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El Telégrafo

Dirigir no es coquetear

27 de marzo de 2012 - 00:00

Dirigir es enderezar, llevar rectamente una cosa hacia un lugar señalado. Y coquetear es tratar de agradar por mera vanidad con medios estudiados. Así están definidos estos dos vocablos en el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.

Rafael Vicente Correa Delgado tiene muy claro qué es dirigir los destinos de una nación; por eso aborrece el coqueteo malévolo con estamentos de la sociedad que no saben nada de fraternidad,  justicia  y desarrollo social.

Como único líder de la Revolución Ciudadana, se da en cuerpo y sentimiento a cumplir el papel histórico para el cual nació. Por eso el pueblo lo reconoce y acepta como el tambor que marca el paso hacia una sociedad soberana, democrática, justa, solidaria y productiva. 

A todos, absolutamente a todos los procesos revolucionarios que en el mundo han sido, cuando lograron captar el poder, les brotó un común denominador: muchos de quienes estuvieron con el líder en sus inicios se volvieron  reaccionarios.

La Revolución Ciudadana, que tiene todos los elementos para que se la reconozca como verdadera revolución, no puede sustraerse a esta situación,  que por ser habitual no deja de enardecer.

De aquellos  que al primer hervor de la olla se derraman, no hay que preocuparse lo más mínimo. Es saludable que se vayan, pues con ello se afianza el proyecto de gobierno.

De quienes hay que cuidarse, y mucho, es de las nuevas figuras que alegremente aterrizan sin haber pagado piso,  sin que hayan sido medidos en situaciones de alarma, en las que debe demostrarse   entereza, conocimiento y decisión. Estos cabecillas de la retaguardia, que llegan a mesa puesta, siempre pretenden devorar el giro inicial de los hechos memorables.

Al proceso de cambio de las estructuras del Estado, que proclama y lidera el compañero presidente Correa no lo para nada ni nadie, porque una mayoría  absoluta de ecuatorianos lo apoya y respalda incondicionalmente.

Hoy, como nunca antes en la historia del Ecuador, hay un pueblo de pie y listo para la lucha hasta las últimas consecuencias. Dispuesto a verter su sangre, y la de cualquier otro, para defender todos los derechos recién adquiridos. Un pueblo heroico y resuelto a proteger y guardar para sus hijos lo que hoy ha ganado.

Sin importar qué hagan quienes se autoproclaman especialistas en golpes de Estado, más de las tres cuartas partes de la población ecuatoriana respaldan al compañero presidente Correa, y perciben íntimamente que el gobernante responsablemente jamás debe coquetear ni transar.

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