Las recientes revelaciones sobre la verdadera magnitud de la deuda externa del Ecuador nos brindan la oportunidad de realizar una reflexión más global.
En primer lugar, es preciso mirar comparativamente las cifras de la deuda pública. Asumiendo que los montos presentados por el FMI sean exactos, el porcentaje de la deuda pública del Ecuador sobre el PIB, se asemeja al de países como Suecia, Tailandia o Australia. Muy lejos en cambio estamos de las alucinantes proporciones que padecen países como Japón (253% sobre el PIB) o Estados Unidos (105,4%) que deben más que lo que producen sus economías.
Es verdad, sin embargo, que la tasa de crecimiento de esta relación deuda/PIB ha trepado considerablemente en los últimos años, y, sobre todo ha sido –por lo que parece- disfrazada de maneras ilegítimas.
Pero, lo que le pasa al Ecuador no es peculiar. Uno de los tópicos centrales del debate económico contemporáneo es el cada vez más agresivo endeudamiento de los Estados. Esto se expresa en el asombroso aumento de la deuda pública en las últimas décadas. Incluso después de la crisis de 2008, los estados se han seguido endeudando a tasas de 9% o más al año: las que superan largamente las equivalentes para todos los demás sectores. Nuestra actual economía global sufre de una incontrolable adicción al endeudamiento.
Las causas son complejas, pero una de ellas-tal vez la más importante- es la decisión de los Estados capitalistas de no cobrar suficientes impuestos. Existe una estrecha correlación entre mayor endeudamiento y menor carga fiscal. Lo que han hecho las economías es financiar las siempre crecientes necesidades de gasto público, mediante préstamos, y no, como fue el caso en el periodo de oro del keynesianismo, mediante los tributos. Un retorno al modelo de la posguerra, sin embargo, requeriría relegitimar a estos últimos, cosa que será imposible mientras el público perciba que su dinero es malgastado o, sencillamente robado por los actores estatales. (O)
