Cuando hablamos de droga es porque creemos saber de qué estamos hablando en general o más bien, será que ¿habría conceptos que a través del tiempo hemos aprehendido y con respecto a la llamada “droga”, predisponen nuestra relación con ella?
Seguimos inmersos en el razonamiento vulgar, aquél que reza: mientras más nocivos los efectos de la droga, más agresiva tendrá que ser su prohibición. En vez de iniciar labores de investigación sobre esta temática, sin prejuicios o frenesíes de curar. A fin de cuentas, la prohibición a lo desconocido o su penalización, no son más que máquinas del tiempo que nos transportan a épocas oscurantistas.
Debemos tener cuidado al decir que esto se trata de un tema de salud, cuando desde la empresa de salud se utilizan drogas para sanar. A propósito, no está de más aludir a los medios de comunicación (formadores de opinión pública), que, al referirse a sustancias estupefacientes o psicotrópicas, cualesquiera que sean, les llaman “droga”, metiendo todo en un mismo saco y es un terrible error. De la misma manera sucede cuando denominan a la cocaína “narcótico”, es incorrecto. Incluso la misma palabra “narcotráfico” estaría mal construida. Es tiempo ya de empezar a googlear.
Está de ver cuánto de lo que se sabe de las drogas pertenece al terreno de lo moral, que a un asunto que requiera investigarse. Preguntémonos ¿cómo y cuándo empezó esta persecución en Occidente? Teniendo en cuenta que, en nuestra región al menos, las llamadas drogas nos acompañan desde épocas ancestrales. ¿Acaso pensaron en las cacerías de brujas? Ya tienen una idea.
No dejemos de hablar de las muertes por tráfico ilegal, para salir del monotema de la patologizada “adicción” que igualmente es criticable si se la investiga. ¿La legalización detendría las muertes? Absolutamente. ¿Promovería el consumo? Quizá, pero bajo control de calidad. Sin embargo, todo derecho debería traer consigo sus prescripciones y propia pedagogía, pero estamos lejos, somos cultura de automedicación. (O)
