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El Telégrafo
Fausto Segovia Baus

Derechos y deberes

09 de diciembre de 2020 - 00:00

La doctrina de los derechos humanos es suficientemente conocida. Se fundamenta en la dignidad de la persona humana y en el derecho natural, que confiere a los hombres y mujeres las garantías necesarias para su supervivencia. Pero no nos olvidemos que los derechos y los deberes son correlativos.

Los derechos humanos son la base de la sociedad democrática organizada como Estado. La doctrina de los derechos humanos ha evolucionado con el tiempo. Hoy en día, se insiste en el respeto de los derechos humanos, desde el punto de vista individual, y se ha ampliado a los derechos sociales o colectivos, que se refieren al respeto de las culturas y nacionalidades. También existe la tendencia, acogida también con entusiasmo, al derecho a un ambiente sano o ecológico, a los derechos sexuales y a los derechos económicos, que se hallan fuertemente enraizados en procesos que intentan legitimar lo diverso, desde una perspectiva ciudadana.

Las prerrogativas mencionadas son interesantes, pero en ocasiones, se ha caído en extremos inaceptables, cuando movimientos y grupos de activistas han radicalizado sus demandas a favor de los derechos, olvidándose de los deberes y responsabilidades. No olvidemos que el derecho de una persona comienza donde termina el derecho de las demás personas; asimismo, en el caso de los deberes existe una reciprocidad intrínseca. Así, la igualdad ontológica entre las personas ha trascendido y hoy nadie discute la igualdad jurídica entre los Estados.  Pero esta normatividad, que  forma parte de las sociedades civilizadas, ¿se cumple efectivamente en la práctica?

Uno de los problemas más serios del Ecuador es la inobservancia  de los deberes, responsabilidades u obligaciones en relación con las personas, las instituciones y las leyes que nos rigen. En el Ecuador existe una cantidad de organismos que defienden los derechos de todo tipo (a la vida, al medio ambiente, a la salud, a la libertad, a la educación y a la democracia), y a los diferentes grupos humanos (niños, jóvenes, adolescentes, mujeres, personas de la tercera edad, especiales, excepcionales), pero hay pocos –muy pocos o ninguno- que defienden los deberes, pese a están en la Constitución.

Esta situación ha provocado un fenómeno curioso y contradictorio: que las personas exijan exclusivamente derechos, ventajas, garantías y no respetan al otro, al prójimo, a las leyes, a la sociedad en su conjunto, a los derechos de los demás.

Los paros de los servicios públicos están prohibidos en la Constitución y en las leyes, y son claros ejemplos –en realidad son malos ejemplos-, de este fenómeno. Es lamentable que cuando se subvierte el orden, se paralice la producción del petróleo o suspende el tráfico, los organismos de los derechos humanos no aparecen, lo cual es contraproducente e inhumano.

Desarrollar una cultura en favor de la defensa de la alteridad, esto es, del otro, cabe decir de los derechos y deberes de los ciudadanos y ciudadanas, es un objetivo que debe estudiarse y practicarse en el hogar y promoverse en la escuela y la comunidad. Porque el precio de no hacer nada es contribuir a que gobierne la impunidad y la repetición de hechos antidemocráticos.

 

 

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