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El Telégrafo

Derechos humanos

13 de diciembre de 2011 - 00:00

Preguntar quién es y cómo piensa sería aberración en la defensa de los derechos humanos. A 63 años de su declaración universal la humanidad debe todavía permanecer alerta porque es casi una constante el atropello y violación a la dignidad de las personas.

Al poder siempre le resultará perturbadora la acción de los defensores de estos derechos. El Estado, depositario del uso legítimo de la fuerza, debe ser escrutado permanentemente para que no abuse. Desgraciadamente ciertas instituciones, la Policía sobre todo, han hecho de la violación y la tortura método común en sus prácticas.

La protesta social legítima tampoco debe ser criminalizada. Al poder le cuesta aceptar que pueblos ancestrales no compartan un modelo de desarrollo. En esos casos se debe conversar, negociar, porque casi siempre la verdad y la razón no están solo de un lado. El caso de la minería a cielo abierto, la más agresiva y depredadora, exige desbaratar lo establecido para dar paso a lo que quizá no conocemos, pero que, de todos modos, tiene derechos que no deben ser negados.

También asistimos a la violación permanente de todos los derechos por la excesiva pobreza. Estamos rodeados de personas a las que no se les reconoce ningún derecho, el sistema capitalista se reproduce en medios de esa lógica. No tendría que haber tanta miseria y desatención y, sin embargo, nos ha venido ganando la indiferencia.

Por eso, cuando leo titulares de prensa recordando la fecha en medio de enormes anuncios publicitarios, propaganda, no hago otra cosa que dudar de las intenciones de esos medios. Es también violación a los derechos humanos las condenas que normalmente hacen los mismos medios. Siempre me ha parecido aberrante esa práctica de exhibir a supuestos malandrines, proporcionados por la misma Policía, en casi todos los noticieros.

Y a pesar de todo, de toda la farsa que pueda existir, respeto profundamente a las personas que han consagrado la vida entera a la defensa de los derechos humanos. Hace poco, conversando con Elsie Monge, se me agolparon las imágenes de toda una época: la de León Febres-Cordero como si solo ahí los derechos humanos habían sido violados.

Ella sigue en pie de lucha, lo que quiere decir que, lamentablemente, las razones de su empeño no han desaparecido. Esa es una gran bofetada a toda mi comodidad y prejuicios. Si un gobierno es profundamente demócrata, no tendría que existir esta distancia, no tendrían que estar marcados algunos luchadores populares. 10 de diciembre interpela también a la Revolución Ciudadana.

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