Parece increíble cómo el Ecuador se ha hundido a una gran profundidad política, social y, ahora, sanitaria. La Asamblea ya no sabe a quién llamar a juicio político, pues muchas autoridades lo merecen, estamos a menos de 9 meses de las próximas elecciones y este domingo se cumplen tres años de este gobierno.
Apuradamente, el presidente Moreno consiguió que la Asamblea apruebe dos leyes: la una fiscal de corte humanitario y la otra, la muy necesaria reforma laboral. Pero le queda la difícil tarea de conseguir dinero mediante préstamos externos y de las instituciones multilaterales para financiar una nula caja fiscal que no puede ni siquiera copar lo que falta de la lucha contra el covid-19.
Este martes 19, el presidente nos comunicó lo que ha decidido para reactivar la economía y que lo podríamos dividir en la reducción del gasto público en $ 4.000 millones; un leve control salarial de la función pública; la forma de aplicar el presupuesto para educación y salud; la eliminación de ministerios, instituciones estatales, empresas estatales y sobre todo diplomacia innecesaria; la creación de fuentes de financiamiento para los grupos más vulnerables y para las empresas en problemas; y algo que quiere ser una nueva forma de comercialización de los combustibles, sin tocar al GLP.
Hay la percepción de que el presidente Moreno quisiera que ya todo termine, pues mientras más dura su mandato, más aparecen casos de corrupción, de componendas y de irregularidades. Y nos enseñaron en nuestra infancia: “dime con quién andas y te diré quién eres”, pues a uno le conocen por el tipo de compañías de que se rodea. Pero parece que finalmente está tomando las decisiones trascendentales y largamente esperadas; eso fortalece la democracia que, de alguna manera, se mantenía en un peligroso y deleznable equilibrio.
Si este gobierno consigue disminuir la corrupción en nuestro sistema estatal o que, por lo menos, se manejen adecuadamente los fondos que ahora están ingresando y que la Asamblea y los entes de control actúen en forma debida, podemos respirar de alivio, pues salvaremos nuestra integridad nacional; caso contrario, tendríamos que decir adiós a nuestra democracia. (O)
