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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Demasiado cerca a Correa

09 de mayo de 2018 - 00:00

No sé en qué momento de la última década la crítica se convirtió en una traición, pero de los peores legados que dejó Rafael Correa fue la incapacidad de aceptar un cuestionamiento sin ponerse a la defensiva, sin apelar a un reconocimiento casi divino de las urnas y sin deslegitimar a quien cuestiona, tachándolo de traidor, cómplice, golpista o agente de la CIA. Y como parece que todos fuimos cortados por la misma tijera patria, el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social Transitorio, su principal representante y vocero, el Dr. Julio César Trujillo, y los espaldarazos del presidente Moreno van por el mismo camino.

En su mensaje a la nación del lunes, el presidente Moreno mencionó que la “expresión de las urnas es sagrada”, que “nada ni nadie la puede cambiar” y que “cualquier intento de limitar su actuación [...] es antipopular y puede ser interpretado como sospechoso de complicidad”. El mensaje de apoyo es claro, e importante para el CPCCST, pero en su intento también deslegitima cualquier posibilidad de disentir, atribuyendo al mandato popular una calidad divina que pone las acciones del CPCCST más allá del bien y del mal. Se votó para la conformación de un Consejo transitorio, pero este debe responder a todos los ciudadanos, no solo a los que están de acuerdo con ellos, no solo a los que los apoyan. ¿Cuál es la diferencia entre esto y Rafael Correa exigiendo que ganen elecciones antes de poder cuestionar?

Cuestionar la participación y los límites del CPCCST es la parte más integral del proceso por recuperar la institucionalidad del país, una que fue perdida por un gobierno cuyo poder se basaba en aplanarlo todo, y moldearlo a su favor, cobijado por una falsa interpretación sobre lo que significa la mayoría de votos. Un gobierno donde el mandato constitucional estaba por encima de la propia Constitución. Escuchar al Dr. Trujillo decir que “el soberano es el pueblo; su voluntad, la última instancia para nuestro accionar”,  o que el CPCCST tiene la atribución de “dictar normas que tienen valor de constitucionales”, está peligrosamente cerca a lo que se podía escuchar saltando una sabatina.

El CPCCST no solo tiene el mandato de un resultado, sino también de hacerlo de manera que se establezcan los pilares de una renovada institucionalidad. Una donde el “mandato popular” no está limitado a las urnas, o a quienes te apoyan, sino a la sociedad en su conjunto y a toda hora. Una institucionalidad donde la crítica no te convierta en opositor, sino en ciudadano. (O)

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