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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Defensa de Judas

04 de abril de 2015 - 00:00

En Mateo se leen las palabras fatales: Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: “¿Seré yo, Maestro?”. “Tú lo has dicho”, le respondió Jesús. ¿Qué motivos tenía Judas para una traición? Unos suponen que Judas, decepcionado por el camino de humillación y debilidad que había seguido el Maestro, lo puso en manos de sus adversarios. Otros piensan que su intención fue hacer que Jesús entrara en un callejón sin salida que lo forzara a usar la violencia. Así Jesús se manifestaría de una vez por todas como el rey Mesías que Judas y el pueblo judío esperaban, dice el padre Armando Levoratti.

En el relato Tres versiones de Judas (www.ciudadseva.com), de Jorge Luis Borges, se lee: “…De Quincey especuló que Judas entregó a Jesucristo para forzarlo a declarar su divinidad y a encender una vasta rebelión contra el yugo de Roma; Runeberg sugiere una vindicación de índole metafísica… El Verbo, cuando fue hecho carne, pasó de la ubicuidad al espacio, de la eternidad a la historia, de la dicha sin límites a la mutación y a la carne; para corresponder a tal sacrificio, era necesario que un hombre, en representación de todos los hombres, hiciera un sacrificio condigno. Judas Iscariote fue ese hombre. Judas, único entre los apóstoles, intuyó la secreta divinidad y el terrible propósito de Jesús. El Verbo se había rebajado a mortal; Judas, discípulo del Verbo, podía rebajarse a delator (el peor delito que la infamia soporta) y ser huésped del fuego que no se apaga”.

Tengo en mis manos la Guía de la Biblia, de Isaac Asimov. Primero señala que Judas era el único judeo, dentro de los galileos, a quienes la ortodoxia consideraba meros conversos. Después llega al significado del nombre: Iscariote que se sabe es ‘habitante de Cariot’, pero sugiere que tal vez la palabra sea Sicariote, es decir Judas el ‘terrorista’ (acaso de la secta de los zelotes).

Esto cambia radicalmente las cosas porque querría decir que Judas estaba en la línea radical contra la ocupación romana y el acontecimiento, en esos días, de que el Mesías -ante la moneda del usurpador- dijera que hay que dar al César lo que es del César no era otra cosa que admitir que solo le preocupaban los asuntos celestiales.

“Esto debió ser un golpe tremendo para él”, dice Asimov y explica: “Judas debió sentir una decepción tan grande para desear vengarse. Al creer que le habían tomado el pelo, se habría apresurado, en un acceso de ira, a desquitarse contra quien creía era un impostor concertando su apresamiento y ejecución”. Todo esto movido por la idea de que el supuesto Mesías, según su visión, no hacía nada contra la odiosa ocupación imperial romana.

Y el último punto está en el huerto de Getsemaní cuando llega una mujer a ungir a Jesús con un frasco de gran valor. El evangelio de Juan 12.4 lo señala: “Judas Iscariote… dijo: 12.5: ¿Por qué este ungüento no se vendió en trescientos denarios y se dio a los pobres”. Como se sabe, por la traición, Judas cobró 30, así que el motivo del dinero no parece importar mucho, puesto que también era el tesorero. Además, después se ahorcó. En fin, Poncio Pilatos, el que se lavó las manos, es otro asunto. (O)

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