El 31 de diciembre del año 1000, una multitud estaba congregada en Roma. Esperaban el fin del mundo o al menos el advenimiento del milenio dorado. El primer papa francés, Silvestre II, estaba preocupado. No porque esperara también el fin del mundo, él era quizá el mayor científico cristiano de su tiempo, habiendo estudiado en la España musulmana que era el país más culto de entonces. El peligro era la reacción de la gente.
Llegada la medianoche, al empezar el año 1001, es decir, el segundo milenio, Silvestre II salió al balcón y bendijo al pueblo de Roma y al mundo, Urbi et Orbi. Y todos se retiraron a sus casas. Aparte de cualquier lección histórica, aquí hay un dato cronológico.
El segundo milenio comenzó el año 1001, así como el tercer milenio comenzó el año 2001. Eso es obvio. No existe el año 0 en ningún cómputo. Cuando naces, inicias el primer año de tu vida; al cumplir un año, inicias el segundo año y así sucesivamente. La primera década de este tercer milenio fue de 2001 a 2010; la segunda, de 2011 a 2020. Falta un año para la tercera década, la decisiva, pues en 2030 sabremos si el mundo se acaba (en parte) en 2050.
Esto, claro, porque tomamos una fecha arbitraria para empezar a contar los años. El sistema actual lo calculó el monje Dionisio, allá por el año 420. Él pensó que Jesús nació el 25 de diciembre del año 753 tras la fundación de Roma, 753 AUC. Por lo tanto, el año 1 después de Cristo, d. C., sería el año 754 AUC.
El cálculo estaba errado, hoy lo sabemos. ¿Recuerdas la escena del evangelio de Mateo que habla de la matanza de los inocentes, ordenada por el rey Herodes el Grande? Resulta que Herodes el Grande murió el año 750 AUC, es decir, el año 4 antes de Cristo.
Mateo no era un tonto, era recaudador de impuestos, escribía bien en griego y tal vez en latín. Pero ya está hecho. Por eso y porque no todo el mundo es cristiano, los judíos y los musulmanes no dicen antes ni después de Cristo, sino antes de y de la Era Común. (O)
