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El Telégrafo

Cuando la forma es el fondo

03 de agosto de 2012 - 00:00

Hay una importancia de la forma dentro del quehacer político. Una singularidad de imagen para que una transformación estructural pueda ser comunicada efectivamente. Y dentro de este proceso de comunicación hay, sin duda, la necesidad de encontrar un balance entre la superficialidad del merchandising y la profundidad que puede suponer una reivindicación en la estructura del Estado y sus relaciones de poder. Tarea difícil por la facilidad e inmediatez de la primera ante el aparente letargo y falta de efectividad mediática de los procesos.

Desde el inicio de su mandato y acentuado por la abierta guerra de confrontaciones entre poderes, el presidente Rafael Correa ha mantenido un tono agresivo. Es una postura que lo proyecta activamente dentro del conflicto. Una postura desgastante. Y, como parte de los semanales enlaces ciudadanos, podemos ver las facetas de esta postura: desde la ironía y la broma barata, pasando por el mal gusto, el comentario atinado, la severidad verdadera, la ira justificada, la falta de tino, hasta la irracionalidad.  

Yo creo en la dicotomía revolucionaria: la de forma y la de fondo. Por superar la futilidad, buscamos entender únicamente las transformaciones, fracasadas o exitosas, de fondo. Nos olvidamos de que la forma refleja la manera de llevar a cabo un proyecto. El lenguaje que se proyecta más allá de la verbosidad mediatizada.

No hace mucho, el presidente Correa, a través de su cuenta de Twitter, tuvo un altercado con Álvaro Noboa, donde, después de un comentario inicial del ex candidato, el Presidente respondió: “Vea, primero pague sus impuestos e inaugure su cerebro antes de ‘hablar’ conmigo. Usted es una vergüenza para el país”. Pese a cualquier opinión personal y la posible sonrisa cómplice que este comentario pueda provocar, no estamos en la primaria.

Ahora, podemos justificar esta actitud aludiendo la hostilidad de la arena política. Hostilidad que se vuelve más estrujante con un conglomerado opositor que se ha valido de todo su arsenal para dar guerra al Gobierno. Pero esta justificación es vaga.

Yo no espero nada de la oposición. Más aún, no voté por nadie en la oposición. No voté por ningún poder fáctico. Entiendo que hay un interés político y económico detrás de gran parte de esta oposición y percibo de esa manera su lenguaje y modus operandi. De igual manera, esa justificación es vaga. Pero ellos no tienen ningún tipo de responsabilidad frente a mí (más allá de que asuman el rol).

En ese sentido, la Revolución Ciudadana la tiene. El Presidente la tiene. Y este último exabrupto lingüístico es solo la continuación de una larga cadena de expresiones que desgastan, le dan importancia a lo trivial, contagia al resto de funcionarios y define una forma.

¿Es esta la forma de la Revolución Ciudadana? ¿Es esto el paradigma del Sumak Kawsay? De ser así, la forma no es más que el fondo.

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