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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Crónicas urgentes para WhatsApp

04 de junio de 2016 - 00:00

Pertenezco a la generación que enviaba cartas de amor perfumadas a través del Atlántico para que después de tres semanas, aproximadamente, llegara la respuesta. Además, nada mejor que elegir una postal, cuando estaba de viaje, y comprobar que arribaba antes. Sentí la emoción de enviar un telegrama y escuché, en la estación del tren, cómo el telegrafista manipulaba la máquina.

Eran otros tiempos, aunque debo aclarar que nací un mes después de que Alfonso Espinosa de los Monteros iniciaba sus periplos por la televisión ecuatoriana, allá por 1967, cuando el hombre ni siquiera había llegado a la Luna y yo aún no había leído a Julio Verne.

Eso decían porque, por decisión paterna, en casa no tuvimos la ‘caja boba’, pero sí tuve el privilegio de escuchar el invento del olvidado Nikola Tesla, especialmente la radionovela de Chucho el ‘Roto” y su infaltable amigo la ‘Changa’ (creo que lloré cuando lo mataron).

Como no tengo Facebook personal ni tampoco Twitter (peor eso que llamaban Hi 5) creo tener la condición aún de sorprenderme ante las nuevas tecnologías. Además, hace un mes abandoné el todoterreno y fiel Nokia y entré directo al iPhone 6 (un amigo, bromeando, dice que es como tener un día un carro Andino y al otro un Ferrari). Todo esto viene a cuento porque así de sopetón acabo de descubrir ‘wasá’, como lo digo. Como especulan que muy pronto olvidaremos el chismorreo de Facebook y los insultos en Twitter, vamos por partes:

‘WhatsApp’ es un juego de palabras entre la frase en inglés ‘What’s up?’ utilizada en el lenguaje coloquial a modo de saludo (‘¿Qué tal?’ o ‘¿Cómo va?’) y el diminutivo app de la palabra inglesa application (’aplicación’, utilizada en este caso como programa informático para teléfonos móviles). El nombre completo de esta aplicación es WhatsApp Messenger.

¿Y el periodismo, dónde queda? Se me ocurrió la peregrina idea de escribir un libro, pequeño obviamente, sobre crónicas para este medio. Como ya tengo experiencia en mi antiguo Nokia, de pocos caracteres, de fatigar tres libros de micropoemas, en cinco años, parece que no será difícil. Al fin y al cabo hay que condensar en dos párrafos y rematar, como recordaba Julio Cortázar, con un buen ‘nocaut’ porque bien se sabe que la novela se gana por asaltos. Pues aquí va la primera, en clave de grafiti y aún sin título, porque eso sí es una ciencia:

En las tablas el grupo de teatro muestra una escena: la cándida Eréndira se evapora en un toldo de circo mientras su abuela “que parecía una hermosa ballena blanca” cuenta cuántos hombres le faltan para pagar sus deudas. Bogotá vive su semana de teatro y afuera los cafés de la zona rosa están en su apogeo.

Cerca al teatro alguien ha colocado lo que podría ser un decálogo para los actores. El texto es recogido por Francisco Theodosiadis, que sigue añorando a su Colombia desde Montreal: Drama: / Tener dónde / tener con qué / no tener con quién. Comedia: / tener con qué / tener con quién / no tener dónde. Tragedia: / tener dónde / tener con quién y no tener con qué… Continuará. (O)

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