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El Telégrafo
Fausto Segovia Baus

La crónica roja de la política

09 de octubre de 2019 - 00:00

El título puede parecer exagerado, pero la realidad es más fuerte que la palabra. La crónica es un género periodístico que combina la noticia con historias humanas que se entrecruzan, en el que se recrean la vida con la ficción.

Pero, ¿por qué crónica roja de la política? Se sabe que la crónica roja es la más leída por públicos que se solazan con los morbos que provocan las muertes, los heridos, los escándalos, la violencia de diverso género y, en general, los accidentes que, lamentablemente, forman parte de la vida diaria en ciudades y campos.

En el caso de la política -ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, especialmente de los Estados-, en teoría no ingresa (no debe ingresar) en los relatos de la crónica roja, porque su talante es superior y está ordenada al bien común. Mas, la práctica de la política dice en ocasiones lo contrario.

La prensa destaca, por ejemplo, los debates, los acuerdos y desacuerdos. E incluso los conflictos. Los conflictos no son buenos ni malos; simplemente existen como parte de los escenarios humanos.

Y está bien porque con los consensos y los disensos se construye la democracia. Pero cuando aparecen actitudes y comportamientos alejados de la moral y las buenas costumbres, por obra de quienes deben respetar las leyes, la verdadera política pierde sentido y se irroga un grave daño a la sociedad.

La corrupción, el tráfico de influencias, las grabaciones clandestinas, los contubernios, los videos ocultos, y otros subterfugios que se utilizan para atacar a los adversarios políticos o sacar provecho del poder son armas deleznables, que minan la credibilidad de las instituciones, y lo que es peor: erosionan lo más preciado, que es la confianza.

Es urgente crear escuelas de gobierno, seleccionar mejor a los líderes, prepararlos en la academia en ciencias políticas, económicas, sociales y ambientales, derechos humanos, y en la técnica jurídica necesaria para la formación de leyes bien argumentadas y escritas.

Que la fiscalización se realice, no como espectáculo sino como opción responsable de rendición de cuentas, y que la crónica roja en la política deje de ser un espacio denigrante. ¡La ética política debe inaugurarse en el país! (O)

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