Argentina y Ecuador han dispuesto de notables recursos naturales y, no obstante, han tenido repetidos períodos de crisis económicas, inclusive incapacidad de pago de la deuda externa.
Ambos países han sucumbido, en significativos períodos de su vida republicana, al azote del populismo. En el siglo XX, tanto Argentina como Ecuador vieron emerger a personajes que configuraron mucho de lo que sería la conducta política de esos países.
Juan Domingo Perón y José María Velasco Ibarra. Ambos gobernaron por muchos años, ambos coquetearon con la derecha y con la izquierda, ninguno expresó una ideología definida pero ambos, sí, con gran intensidad abrazaron esa especie de fuerza emocional política, cargada de demagogia, adormecedora del pueblo, vendedora de ilusiones e impregnada de mesianismo: el populismo.
En Argentina, con el membrete de justicialismo -peronismo-, han ostentado el poder populismos de derecha y de izquierda. En Ecuador, el velasquismo desapareció, pero la noción populista ha persistido, sea con gobiernos de derecha, de izquierda o de amorfismo ideológico.
En Argentina, por 12 años perduró el kirchnerismo: populismo de izquierda, beneficiario de una espectacular bonanza económica, protagonista de una práctica de corrupción desbordante. En 12 años llevaron a Argentina al borde de la debacle. El gobierno de Macri no ha podido recomponer el fiasco y, con la crisis explotada, ha recurrido a un gigantesco préstamo del Fondo Monetario Internacional de $ 50.000 millones.
En Ecuador, una década duró el correísmo: populismo de izquierda, beneficiario de la mayor bonanza económica, autoritario, saqueador de fondos públicos. En 10 años llevó a Ecuador al borde del colapso.
Lenín Moreno tiene el panorama frente a él, dispone de un equipo económico aparentemente competente que tendrá que balancear entre el pragmatismo económico, que acarrea pobreza temporal pero otorga esperanza; y la demagogia populista, que asegura miseria inescapable. (O)
