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El Telégrafo
Edwin Hidalgo

Creando Oportunidades

30 de septiembre de 2021 - 00:08

Cuando leí esta propuesta del Ejecutivo, me acordé de la novela 1984 de George Orwell, publicada en 1948 haciendo un juego centre 84 y 48. El título “Creando Oportunidades” es tan orwelliano. La famosa novela inglesa muestra cómo el lenguaje político distorsiona hechos y conceptos al llamarlos con otros nombres.  En el Estado en el que se desarrolla la obra, el protagonista trabaja en el Ministerio de la Verdad, entidad encargada de falsificar la historia y erradicar la memoria colectiva. Así la gente aguanta las peores condiciones creyendo que antes todo era peor y que la culpa es del lejano  pasado. El control del lenguaje en la novela está centralizado en una agencia política secreta que es la que dicta el contenido a la prensa. Suena conocido. Así se destierra el lenguaje rebelde rebajándolo a la calidad de delincuente. Huelga es sinónimo de crimen, paro es peor aún. En la obra 1984 es una dictadura la guardiana de la democracia y los pobres se creen ricos. Cuando el Ministerio de la Verdad empieza a equiparar el pensamiento independiente con el crimen, uno obligadamente recuerda cómo la Iglesia Católica antes del Vaticano II despreciaba a los librepensadores.

Para ejercer un control auténtico en esta sociedad, existe la Policía del Pensamiento que monitorea las pantallas gigantes de televisión que están instaladas en cada habitación de cada casa (algo profético para 1948, cuando apenas empezaba a masificarse este invento) con micrófonos ocultos. Pensar en voz alta o peor transmitir esos pensamientos a otra persona te hacen sospechoso y puedes terminar preso o desaparecido, si no te compones.  Niños y niñas reciben un lavado del cerebro en las escuelas para que denuncien a sus padres (esto ya existió en Alemania entre 1933 y 1945). Ejemplos del lenguaje de Orwell se repitieron en la segunda mitad del siglo XX. En la invasión estadounidense a Panamá, hace más de 30 años,  ya no se habló de niños asesinados ni siquiera de bajas civiles, sino de daños colaterales. Algo así como los efectos secundarios que ocultan los errores de las farmacéuticas. En fin, la hipocresía.

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