Estos días, en Ecuador y en América Latina, hay dos temas que agitan la paz de las supuestas conciencias limpias: el acoso sexual en centros de educación superior locales y el aborto legal aprobado en Argentina. Para ambos temas la mirada se sitúa, a ratos, en un solo ángulo: el moral.
Y para legitimar la postura de tapar unas realidades tan duras como complejas, los hacedores de opinión pública, los inspectores de la libertad individual y colectiva y los curanderos de la disciplina del cuerpo -párrocos, médicos, legistas y/o moralistas- mezclan las conductas procaces de los acosadores sexuales con la normatividad patriarcal que se guarda en todos los casos, denunciados o no.
En el tema del aborto, mutatis mutandis, las responsabilidades, todas, se sitúan en la mujer: en su conciencia, en su comportamiento, en su deseo, en su albedrío, en su vientre, en su/el Génesis bíblico -que le toca más por pecadora que por agraciada-, en su cuerpo -corpus doble del delito-.
¿Por qué? Una/otra ola recorre el mundo: la ola de un feminismo nuevo y, a veces, también, obcecado (por sus variadas versiones y paráfrasis). Pero feminismo, al fin, que cambió para siempre la historia de las mujeres. Hoy hablar de acoso sexual y aborto ya no significa lo mismo.
En las sociedades modernas discutir sobre su existencia, al margen del celo falocéntrico internalizado en mentes de hombres y mujeres, es una forma de encarar eso que subyace en la cultura más allá de la biología y sus subordinaciones fisiológicas: hemos evolucionado y asumirlo es entender nuestras vidas en sus múltiples dimensiones políticas, es decir, construir una ética de las relaciones humanas que valore la belleza de lo sexual y lo erótico (un no al acoso) e impedir que la categoría libertad suprima de su universo social el imperativo de legalizar el aborto.
Acoso sexual y aborto lían a las mujeres, sotto voce, de modo retorcido. Una acosada o una abortista, ni siquiera una mujer que abortó, es alguien peligroso. Dejarla decir o decidir altera radicalmente el orden social y sexual. Y educativo.
Me alegra que las mujeres hoy evidencien el acoso y sean oídas lejos de la histeria macha. Me anima que las mujeres argentinas hayan obtenido el derecho al aborto legal.
Caminemos aquí hacia allá. (O)