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El Telégrafo

Consejos de Maquiavelo

09 de agosto de 2012 - 00:00

El filósofo y político italiano Nicolás Maquiavelo nos enseñó cómo conquistar el poder político y mantenerlo. Por ello, todos lo estigmatizamos con la frase: “El fin justifica los medios”. Sostenía que una cosa es la conquista del poder y otra diferente era qué hacer con él una vez obtenido. Señalaba que el bien común, el imperio de las leyes y el derecho constituían la piedra angular que soportaba al poder.

En los albores del Renacimiento, la degradación moral había echado al saco del olvido las antiguas reglas. En consecuencia, Maquiavelo pretendía en sus obras dar directrices para devolver las “virtudes del pasado” a las instituciones italianas.

Era polémico y directo, más informado y objetivo; nunca comulgó con traidores ni incapaces y endosó su nombre a la necesidad de conceder al Estado (representado por un gobernante) la exclusividad del uso de la violencia. De ahí su máxima: “Más vale ser temido que amado”. Su política se nos muestra como una sutil dosificación de brutalidad y disimulo, según las circunstancias, dándose por supuesto que lo que se considera importante es el resultado.

Entendida como guerra, la política, para ser eficaz, exige “ser ambicioso, violento y tener cualidades que no lo hacen ver como bueno ante su pueblo”. Al menos hasta la conquista del poder. A partir del triunfo, se suponía que imperaría un poder supremo expresado en las leyes, instituciones públicas y servicios en beneficio de los ciudadanos. Es el antípoda del desorden social que nace justamente del uso del poder para beneficio del gobernante de turno. El caos, las derrotas y el fracaso surgen, según él, del uso del poder en su propio interés. A eso llevan la corrupción y la ignorancia.

Finalmente, su gran enseñanza sintetiza que todos los generales victoriosos “tuvieron primero que organizar al ejército y después combatir en él”. En la Italia de su época no bastaba con “saber gobernar un ejército y organizarlo, sino que antes era necesario saber armarlo y después saber comandarlo”. En consecuencia, “la conquista del poder requiere  una constante autovigilancia en los líderes y cuidar de no dejarse sorprender durante el descanso, porque la traición en política es muy común”.

Maquiavelo pensaba que el poder se obtenía de la fortuna, las guerras, la herencia y la inteligencia. De esta última dependía lo más importante: la organización eficiente de las fuerzas responsables de alcanzar el triunfo y la victoria con el que se instala el poder político. La victoria es el resultado del orden, valentía, prudencia e inteligencia en las organizaciones y sus líderes.

En conclusión, considero que su pensamiento debe ser releído como una tesis puesta al servicio de llevar al poder a gobernantes consecuentes con el bien común, el Estado de bienestar y los derechos civiles. Para los líderes comprometidos con sus pueblos, ¡qué grandes y fecundos son los consejos de Maquiavelo!

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