El Consejo Nacional Electoral anunció su decisión de aclarar la elección del voto para miembros del Consejo de Participación. Los medios de prensa anunciaron una enorme posibilidad del voto nulo. Pero les tengo malas noticias: el voto nulo no se cuenta porque es nulo. La Academia de la Lengua considera a lo nulo como lo inexistente, como falto de valor.
En esta tautología se esconde la equivocación de errar sobre lo errado. También la profunda confusión que supone esta elección para analistas, académicos y ahora además para periodistas. Si esto es así, ¿qué podemos esperar del ciudadano común?
La elección trae el vicio del error matemático y ya varios profesionales de la aritmética como de la estadística se han pronunciado al respecto. Lo confirman: tal y como están diseñadas las papeletas y planteada la elección, el voto nulo tendrá que superar el 80% de los votos válidos para significar algo en el escrutinio. ¿Por qué sucede esto? Porque el voto nulo es eso, un voto sin validez. Además, como hemos dicho en otras ocasiones, tiene que competir con la sumatoria total de los votos de los 43 aspirantes a ocupar uno de los 7 puestos en el Consejo de Participación. Eso es lo que dice el Código de la Democracia (art. 147.3).
Por eso varios matemáticos y estadísticos sostienen que un imposible volumen, superior a los tres cuartos en votos nulos, sería el requerido para cumplir con el requisito que exige la ley para considerar la idoneidad de esta votación. Por esto, anular es tirar el voto a la basura.
El Consejo Nacional Electoral no puede reglamentar el voto nulo porque es inválido. Al contrario, la autoridad electoral debe reglamentar el tipo de votación solamente válida que aquí supone la elección de candidaturas unipersonales, sin listas partidarias y por tanto con la potencialidad de multiplicarse por siete en cada papeleta.
Tampoco se puede decir que el nulo debe septuplicarse porque sería como afirmar que el cero tiene la capacidad de multiplicarse. (O)
