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El Telégrafo
José Velásquez

Conferencia Episcopal y covid-19

16 de marzo de 2020 - 00:00

En Italia suspendieron las misas por lo menos hasta el 3 de abril. En Sevilla los fieles católicos no podrán participar de la procesión de Semana Santa por primera vez en casi 90 años. En el Cusco se canceló voluntariamente la festividad del Señor de los Temblores que convoca cada año a unas 200.000 personas. En el área metropolitana cercana a la capital de Estados Unidos cerraron más de 200 iglesias, incluida la Catedral Nacional. En Ecuador se acata y se ora, pero se actúa con poco sentido común.

Es verdad que la fe y la ciencia normalmente circulan por carriles distintos y que religión y Estado figuran como entes autónomos en el mundo occidental. Pero la Iglesia genera influencia y cuando el sacerdote de la parroquia dice algo, la gente le cree. Eso supone una enorme responsabilidad, sobre todo en situaciones emergentes.

Por eso, cuando la Conferencia Episcopal dice que acata lo dispuesto por el Gobierno y al mismo tiempo se reserva la posibilidad de celebrar las procesiones de Semana Santa, realmente lo que está haciendo es imponer sus prioridades institucionales. Omitir el rito del intercambio de la paz, pero ofrecer ocupar calles y plazas durante el Domingo de Ramos es como lavarse solo una de las dos manos. Es decir, no basta.

Si el papa Francisco oficia misas para ser transmitidas por internet, ¿por qué nuestros prelados debieron esperar hasta el último minuto para retractarse y cerrar la puerta a misas públicas y procesiones? La Iglesia nos dio consuelo y valor durante el conflicto del Cenepa y ayudó a articular el acercamiento en el proceso de paz. Estuvo a la altura durante el terremoto de 2016, pero me pregunto qué la privó de sintonizar a tiempo con una realidad global.

Soy católico y tengo todo el derecho de criticar a mi refugio espiritual. Creo que la Iglesia católica ha estado profundamente distraída en una retórica de confrontación, rayando a veces en lo discriminatorio y protegiendo a sus malos pastores. Y en esa cruzada, inquisidora a la externa y permisiva a la interna, perdió el rastro de lo urgente. Necesitamos que sea nuevamente puntal de reconciliación y músculo de la fe porque los tiempos son complejos y junto a ella caminamos mejor acompañados. (O)

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