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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

¿Cómo luce nuestra democracia?

31 de mayo de 2018 - 00:00

Pablo Picasso dijo: “El arte es una mentira que nos hace darnos cuenta de la verdad” y siguiendo esta alegoría podemos usar los frescos de Ambrogio Lorenzetti en 1339, para describir lo que es un buen y un mal gobierno.

No voy a describir cómo Lorenzetti pinta a un buen gobierno, que de hecho está dirigido por una comunidad democrática; dejo a ustedes mis queridos lectores esa tarea. Pero sí quiero detenerme en analizar cómo se representaba a un mal gobierno hace 800 años. Quien reina sobre un mal gobierno no es la comunidad democrática, sino el Tirano y lo representa con cuernos, colmillos, ojos cruzados y lleva trenzas (cualquier parecido es pura coincidencia). La justicia ahora está indefensa y encadenada, desprovista de su imparcial balanza. No hay duda de que la justicia es la adversaria principal de un tirano y tiene que eliminarla.

Alrededor del Tirano, Lorenzetti ilustra los vicios que definen un mal gobierno. La Avaricia, ilustrada como una vieja abrazada a una caja fuerte y a un anzuelo de pescador para hacer fortuna. San Agustín decía que la avaricia y la codicia son las madres de todos los pecados capitales, y no son solo siete. Y es así que la Vanagloria mantiene en su mano un espejo, pues es consecuencia de la codicia, muy común en los líderes narcisistas guiados por su propio ego y vanidad. Muy cerca del Tirano están la Crueldad y la Traición (mitad cordero y mitad escorpión) que nos adormece con falsas sensaciones de seguridad y luego envenena la república.

Y pegado al Tirano está el Fraude, pintado con enormes alas de murciélago, símbolo de la corrupción. A la izquierda del Tirano, pinta Lorenzetti a la División, que pone ambigüedad en toda decisión y usa una sierra para cortar su cuerpo por la mitad, representando la terrible dislocación que genera en el pueblo. La Furia, por su parte, maneja las armas del populacho: la piedra y el cuchillo.

Mirando este fresco de Lorenzetti, podemos percibir los efectos inevitables de un mal gobierno. Los ideales cívicos fracasaron; la ciudad se convulsionó; la economía se hizo pedazos y la figura preciosa y alada de la Seguridad que corona a un buen gobierno ahora está dominada por el Miedo, cuyo estandarte dice: “Ninguno pasará por este camino sin temer a la muerte”. (O)

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