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El Telégrafo

Combatir la riqueza

12 de octubre de 2011 - 00:00

No nos equivoquemos de objetivo al querer combatir la pobreza sin primero combatir la riqueza, o sea, la acumulación de dinero y de bienes. Son bienvenidos todos los afanes  para reducir la pobreza, sobre todo si se titulan “enfoque innovador y de vanguardia” y si vienen de universidades católicas.

Todos los gobiernos de derecha nos han dicho que iban a reducir la pobreza; el FMI (Fondo Monetario Internacional) también. La misma ONU (Organización de las Naciones Unidas) se propuso disminuir de la mitad la pobreza en el mundo hasta  2015. Pero la pobreza sigue creciendo vergonzosamente.

La pobreza se reduce combatiendo la acumulación de bienes. Estamos en un sistema -capitalista-neoliberal- que vive de la pobreza mediante lucro ilimitado. Los pobres aumentan en los mismos países del norte: 40 millones en Estados Unidos, 5 millones en Francia. Ya los “indignados” por el lucro y el derroche descarados se manifiestan en muchos de estos países y hasta en el corazón del imperio, Wall Street, donde se organiza la especulación financiera: los peces grandes se comen a los pequeños.

El cambio comienza en las bases, es decir, con nuestra manera de vivir personalmente, en familia, en nuestros grupos una economía solidaria, una política participativa, una cultura creativa y una ética comunitaria comienzan con cada uno de nosotros. Cuántos varones, padres de familia, consideran todavía que el dinero que ganan es exclusivamente de ellos. ¡Cuántas mamás todavía favorecen el machismo en la casa! Cuántos jóvenes se someten a la cultura de la moda, peinándose y vistiéndose todas y todos de la misma manera. Las sectas fundamentalistas no dejan de crecer en todas las religiones.

Los obispos latinoamericanos en su reunión de Puebla, México, denunciaron los “mecanismos que producen a nivel internacional ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres”, citando al papa Juan Pablo I. Y añadían: “La Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio la misma”, citando al papa Pablo II. En su reunión de Aparecida, Brasil, en 2007, precisaban que “la solidaridad con los excluidos” consiste en hacerlos “sujetos de cambios y transformación de su situación”.

La pobreza retrocederá significativamente cuando se deje a los pobres con propuesta de cambio de sociedad, apoyados por los que hacemos nuestras sus opciones, ser los autores de este cambio.

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