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El Telégrafo

Ciencia y redes sociales

11 de diciembre de 2011 - 00:00

El origen e implementación de las redes sociales puede explicarse desde varios puntos de vista. Biológicamente se ha relacionado con necesidades de comunicación neurolingüísticas y estas redes se organizan de forma similar al sistema nervioso humano: cerebro, neuronas y nervios periféricos. Otras visiones, en cambio, pretenden convertir a la red en un sistema de información, datos y hasta de control de tendencias e ideas.

Las redes sociales han proliferado desde hace 10 años, pese a que la “red” apareció hace más de 20. En 2011,  70% de jóvenes han utilizado al menos una vez al día la red, frente al 9% en 2008. Solo 29% de personas entre 25 a 40 años la usan (58% mujeres y 52% hombres). La red se usa mayoritariamente para chatear, comprar, ver películas, hacer llamadas.

Solo 36% de la red se utiliza para estudios y menos del 0,4% para temas científicos, lo cual ha impulsado campañas de uso, cuyo objetivo es promocionar las ciencias y el conocimiento, así como intercambiarlos y transferirlos con el apoyo de esta plataforma tecnológica.

El Center of Global Heath Innovation (Toronto) anima a médicos y científicos a usar las redes sociales como mecanismos de divulgación de la ciencia y como herramienta para informar a pacientes y personas en general acerca del estado de la ciencia, constituir grupos de discusión sobre enfermedades, lograr el acceso a blogs de terapias y medicamentos, promover asociaciones de pacientes y discusiones de derechos.

Millones de usuarios tienen acceso a información que antes no tenían, porque “se achica el mundo” y, de acuerdo a geoposicionamientos, los conectados están a 4,47 grados de distancia, 2 grados menos que el año pasado. De ahí que la explosión de la información en las redes hace posible la difusión del conocimiento y la ciencia.

Uno de los problemas de la información colocada en la red es el identificar su confiabilidad y veracidad. Fuentes confiables son: universidades, hospitales, centros de investigación o autores específicos. Pero son los propios usuarios quienes pueden convertirse en evaluadores de lo que se está difundiendo, de los beneficios que se obtienen y en especial, del comportamiento ético de la ciencia.

Si partimos de que una persona tiene un promedio de 190 amistades en la red, y que estas son, por razones culturales e idiomáticas, del mismo país, es importante que se incluya la ciencia y el conocimiento como parte de las redes, que sean más tomados en cuenta por los proveedores y que exista un incremento de intercambios científicos y culturales. Debemos procurar la globalización libre del saber.

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