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El Telégrafo

Certificado de conducta

23 de noviembre de 2012 - 00:00

La conducta humana -la reacción de las personas frente al medio-, establecida como definició por las ciencias psicológicas, solventa la presentación de un enorme haz de complejas respuestas  de los individuos a los estímulos  cotidianos del ambiente. El macrocosmos de la actividad de los “homo sapiens” abarca indudablemente la estructura de la propia vida consciente e inconsciente de todos los sujetos, sin olvidar la influencia de su entorno con sus variaciones socioeconómicas y políticas, la condensación del pensamiento y la cultura de múltiples generaciones, las características regionales y nacionales entre otras condiciones de actuación de los seres humanos en el planeta, situación que marca la huella de la especie desde siempre.

Sin embargo y no obstante lo pueril e inexplicable que pueda parecer, medir el hecho de la ponderación de esta pléyade de características que señalo y de muchas más, que configuran el comportamiento de mujeres y hombres,  ha sido parte del convivir ecuatoriano y adicionando a ello el calificarlo en forma cuantitativa, como sucedía no hace mucho en las instituciones educativas, que con puntajes o notas determinaban la buena o mala conducta de los o las  estudiantes, y que es uno más de los  tramos de los artificios sociales a los que hemos sido sometidos  en la parodia histórica de nuestro devenir, convirtieron al documento de certificación de la conducta emitido por los colegios, previo informe del inspector, bedel, o como se llamare la autoridad disciplinaria, en el sello del destino de los alumnos no solo de sus estudios posiblemente de su existencia futura.

En estos días de euforia comicial, cuando la mayoría de los aspirantes a las primeras magistraturas del país busca “hacerse conocer” y legitimar sus designaciones como tales, en una suerte de búsqueda de absolución de sus pecados veniales y mortales antiguos y actuales, de las múltiples cabriolas dialécticas y esguinces ideológicos, el certificado de conducta -a pesar del atolondramiento y rectificaciones de los ungidos y de la prisa y de los errores cometidos basados en las ficciones publicitarias del pasado- se lo requiere con urgencia.

El mercado falso de opinión probablemente, o por lo menos así lo asumen ellos (los candidatos y/o los cándidos) puede proveerlo, de allí que entonces los medios mercantilistas, propiedad de los poderes fácticos, se han transformado en la suprema tribuna o picota  donde se difuminan las incógnitas electoralistas y la potencia de la indiferencia de los electores y aun el anonimato de los postulantes, en una simulación de erotismo propagandístico que muestra en toda su dimensión, especialmente en la televisión, al izquierdista, otrora incendiario de reivindicaciones ahora disfrazado de bombero, o aquel que enmascarando con el efecto narcótico de las palabras su participación en hechos terribles y antipatrióticos como la sucretizacion, el feriado bancario y la sumisión a poderes imperiales, se entregan a los grandes inquisidores de la noticia falaz, militantes aprovechados del Grimorio, que era un añejo manual de hechicería, y en esas instancias punitivas, las entrevistas manipuladas de esos canales, solicitar el diploma de buena acción pública. Empero, todos ellos olvidan que existe un gran elector, que es el pueblo ecuatoriano y él ya votó…

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