A mi niña la mataron”, así comienza la mamá de Carolina Andrango su doloroso relato. Es una mujer humilde, de hablar pausado y mirada triste, en cada palabra se puede sentir su impotencia e indignación.
¿Y cómo no? La “China” -así llamaba a Carolina- con tan solo 15 años, fue encontrada muerta, el sábado 25 de agosto de 2018. Un video grabado por una testigo muestra cómo un adulto joven y tres adolescentes más, un hombre y dos mujeres, depositan el cuerpo ya sin vida de Carolina en un terreno baldío al norte de la capital.
“Tenía golpes en la cara y moretones en el cuerpo, estaba puesta un pantalón distinto al que llevaba el viernes cuando me pidió permiso para ir a comer unas salchipapas con unos amigos”, dice su madre. Su relato es desgarrador de principio a fin.
La Policía le aseguró que fue una muerte natural, el informe médico legal en dos frías líneas así lo reflejaba, pero el instinto materno jamás falla, no se equivocó cuando ese fatídico sábado por la mañana presintió que algo malo pasaba con Carolina y tampoco le falló cuando al mirar su cuerpo inerte supo que algo más le había sucedido.
Sí, Carolina fue violada salvajemente en grupo, no fue una muerte natural y no era la primera vez que vivía una experiencia tan abominable. La “China” es una de tantas adolescentes de entre 13 a 15 años de escasos recursos que a las afueras de sus colegios son captadas e inducidas a las drogas y alcohol para luego ser explotadas sexualmente.
Con Carolina se les fue la mano, pero hay otras adolescentes que han sido golpeadas y amenazadas de muerte al intentar salir de esta red por lo que ellas y sus familias prefieren guardar silencio o simplemente retirar sus denuncias, si es que las ponen.
Hablamos de crimen organizado, trata con fines de explotación sexual, corrupción, abuso de poder, impunidad y, por supuesto, muchísima negligencia gubernamental y social.
Investigar la magnitud de este flagelo, así como desmantelarlo, es mandatorio, como también lo es proteger a sus víctimas. (O)
