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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Carnavales, la época de gozo

23 de febrero de 2017 - 00:00

Lo sorprendente de las fiestas -como la cultura misma- es que están en movimiento, en perpetua mutación. Ese es el caso de los carnavales, en las diferentes partes del mundo: época de desenfreno y sensualidad.

Eso pasa con la Fiesta de las Flores y las Frutas, en Ambato, que curiosamente nació tras el terremoto de 1949, o los famosos carnavales de Guaranda y sus tradicionales comparsas, o las ‘mojadas’ en Cuenca, mientras el ‘cuchi’, como dicen los cuencanos al cerdo, se hornea lentamente.

En el ámbito de las fiestas se sintetiza, simbólica y de forma condensada, los aspectos más representativos de la cultura, dice Marcelo Naranjo, en el libro en torno a la cultura popular publicado por el Cidap. Ese es el caso de los carnavales donde surgen elementos de reivindicación étnica, presencia de la ruralidad, además de formas institucionalizadas, en una diversidad propia del norte de Ecuador.

El cantón Ibarra, como la provincia de Imbabura, se muestra particularmente rico en el aspecto de las fiestas populares, parte sustancial de la identidad de un pueblo. Los estudios de Naranjo señalan que quizá no hay otra región del país donde se pueda apreciar tan variadas festividades, además de un proceso dinámico y sugerente de transformaciones en la concepción y en la forma de las celebraciones: readaptaciones de determinados elementos simbólicos y rituales de acuerdo a cambios estructurales que históricamente presenta la sociedad local, procesos de institucionalización de ciertas fiestas populares, persistencia y revitalización del componente espontáneo de otras, fiestas tradicionales que tienden a desaparecer, nuevos eventos, configuran un mosaico donde se expresa la historia. Todo esto, como es obvio, de disputas con lo global.

En este contexto, los carnavales del cantón Ibarra muestran esa realidad de manera exponencial: presencia y reivindicación de la identidad afrodescendiente en el Valle del Chota, ferias y gastronomía étnica en la parroquia de Angochagua, proyectos ecológicos en la ribera del río Tahuando, en un barrio periférico, venta de pescado en Yahuarcocha junto a músicos populares, incluso una propuesta institucional de corso donde las diversidades bullen.

En el cantón Ibarra las festividades, que incluyen un componente étnico, son parte sustancial en las parroquias, mientras que en la urbe están los festivales, y en los dos ámbitos las fiestas de carácter cívico o religioso. Los carnavales, en este sentido, son únicamente detonantes de procesos de construcción de la identidad de un pueblo único y diverso.

Sin embargo, no hay que olvidar los orígenes, probablemente de las fiestas paganas en homenaje al dios romano del vino Baco y su nombre mismo: carnestolendas, el domingo antes de quitar las carnes, justo antes de la Cuaresma y del Miércoles de Ceniza donde se recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás. El carnaval es eso, la fiesta de la sensualidad y el paganismo antes de la promesa de la penitencia de los ritos católicos. (O)

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