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El Telégrafo
José Velásquez

Caos carcelario

03 de junio de 2019 - 00:00

El 1 de enero de 2017, 56 reclusos de la prisión brasileña de Anísio Jobim murieron en una revuelta. Dos semanas después, otros 78 reclusos fallecieron en incidentes similares en otras cárceles. El ministerio de Mujer, Familia y Derechos Humanos dijo que las autoridades carcelarias habían sido permisivas con las pandillas de los centros penitenciarios. Se hicieron recomendaciones pero este 26 de mayo se repitió la historia: 15 muertos en Anísio Jobim y 42 más en otras prisiones del estado de Amazonas.

Ecuador no es Brasil, pero las condiciones están dadas para que tengamos réplicas cada vez más violentas si no se hace frente a las mafias y a la sobrepoblación carcelaria. El dilema, como siempre, pasa por la disponibilidad de recursos y por la toma de decisiones oportunas. Si los recursos (léase agua potable, comida, guardias de seguridad, sistemas de vigilancia, etc.) son escasos, entonces hay que tratar de reducir el volumen del problema. Y el origen del desequilibrio es un hacinamiento superior al 40% que provoca colapso operativo y anarquía.

El cuello de botella empezó a estrecharse desde 2014 cuando entró en vigencia el Código Integral Penal. Por un lado se inauguró una era de acumulación de penas de hasta 40 años. Y por otro lado se cambió la norma para la reducción de sentencias y prelibertad. Más personas entraban a las cárceles y menos estaban saliendo.

Activar a policías y militares en la periferia puede detener el sangrado temporalmente, pero persisten los potenciales detonantes. El problema requiere una cirugía bien planeada y no solamente una curita.

A principios de mayo, un interno que había sido amenazado por capos en Guayaquil fue asesinado en la prisión de Latacunga delante de dos guardias de seguridad. Claramente, las mafias son proactivas y la solución no pasa únicamente por sumar uniformados a un espacio que, de por sí, es cada vez más reducido.

En este mismo mes de mayo 29 presos murieron y 18 guardias resultaron heridos en una prisión venezolana. La misma receta de Brasil que no se arregló con más guardias. Y como no vamos a alcanzar a inaugurar prisiones en el corto plazo habría que empezar a pensar en fórmulas para descongestionar las prisiones con un criterio renovado de rehabilitación y considerando los derechos humanos de las personas privadas de la libertad.  (O) 

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