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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Caranquis, señores de las tolas

17 de enero de 2015 - 00:00

¿Por qué, en la actual provincia de Imbabura y el norte de Pichincha, se construyeron 5.000 tolas? ¿Quiénes eran esos hombres y mujeres que eligieron los valles templados para sembrar maíz? ¿Por qué adoraban a los montes, como el Taita Imbabura, y -como sucede en la actualidad- reverenciaban a las lagunas y las cascadas? ¿Qué les motivó a comerciar entre hermanos y preferir la redistribución de los recursos antes de crear un imperio? ¿Quiénes fueron estos hombres y mujeres que resistieron la expansión incásica, la fuerza más organizada del mundo andino, durante casi dos décadas, hasta perecer en Yahuarcocha?

Estas preguntas tienen una clave: los caranquis, uno de los señoríos étnicos del norte de Ecuador, tuvieron la sabiduría de controlar los diversos pisos ecológicos -conocidos como microverticalidad- por medio de una infraestructura agrícola de canales, camellones y terrazas.

La distribución y ubicación de sitios de montículos está íntimamente relacionada con el control de los pisos ecológicos y las grandes obras de infraestructura agrícola, nos dice uno de los ensayos de este libro. A cada piso ecológico le corresponde un sistema de producción; el páramo, a 3.600 msnm, está destinado para la cacería y recolección de paja; a 3.000 msnm se encuentran las sementeras de papas, oca, melloco y quinua; los valles templados de 2.000 a 3.000 msnm están destinados al cultivo intensivo de maíz, además de zambo, fréjol y chocho, por lo que podemos decir que los caranquis, los señores de las tolas, son también los hijos del maíz; debajo de los 2.000 msnm y en las cuencas de los grandes ríos, además del intercambio intrarregional, está el algodón, ají y coca, por lo demás exclusiva de los yachacs o sabios andinos.

¿Para qué nos sirve esta información? Precisamente para conocer que los caranquis entendieron la profunda relación entre su medio ambiente y esto podría darnos la clave para nuestro actual desarrollo, puesto que -como no es de otra manera- seguimos habitando esta geografía intensa y maravillosa, ahora extendidos a las provincias de Sucumbíos, Esmeraldas y Carchi, además de Pichincha e Imbabura, lo que actualmente conforma la Zona I.

Pero el otro punto clave está en el conflictivo tema de la identidad: la verdadera historia debería ser contada por los perdedores, nos sugiere Albert Camus. Y eso precisamente fue lo que ocurrió con los caranquis, casi exterminados por los incas y después por la conquista española. Su actual pueblo, como todos, aún anda buscando sus rastros. Esto porque la historia de Ibarra, lamentablemente, inicia desde su fundación en 1606, cuando los caranquis estaban presentes desde el 500 de nuestra era.

Por eso, ojalá algún día podamos encontrar en las enseñanzas de los constructores de tolas uno de nuestros destinos como pueblo, mientras el tutelar monte Imbabura continúa mirando estas tierras, desde su penacho de nubes.

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