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El Telégrafo

Carácter de plastilina

04 de septiembre de 2011 - 00:00

No hay escuelas especializadas donde enseñen a formar el carácter y la personalidad, no –al menos- en nuestro medio, pues, si estos en realidad se van construyendo paulatinamente mientras cursamos nuestros estudios primarios y secundarios con una que otra ayuda por parte de los educadores, no es suficiente para lograr resultados que otorguen méritos a algún centro educativo.

¿Cuán importante es tener una personalidad definida y firme? Y en contraste: ¿Qué efectos puede producir el contar con una personalidad frágil, voluble y manipulable? Son preguntas que debemos hacernos. Constantemente tomamos decisiones que a veces son urgentes y otras de menor premura; unas de poca importancia y otras muy trascendentes; unas pueden ser consultadas y otras no.

Sin embargo, en todos los casos somos nosotros, y no otros, quienes debemos decidir, y eso es lo que a ratos no tenemos claro, pues en varias ocasiones actuamos en base a las decisiones de terceros, aunque creamos lo contrario.

Las dudas e indecisiones son estados normales en situaciones claves, pero esto no debe ser motivo para dejarnos manipular como si fuésemos frágil plastilina en manos de otros. Tampoco debemos pretender acertar siempre, pues equivocarnos es parte de nuestra naturaleza imperfecta. Sin embargo, los adultos debemos ser personas bien definidas en cuanto a nuestros valores, y las actitudes y acciones que tomemos deben apoyarse en los mismos.

La falta de autoestima es factor gravitante para dejarse manipular y ser conducido por caminos erróneos; el manipulador puede ser un amigo, cónyuge, hermano, compañero de trabajo o de estudios, etc.; personas que por cualquier motivo verán las cosas desde una perspectiva personal y no en beneficio del manejado.

Parece extraño que entre hermanos de padre y madre, criados bajo las mismas circunstancias, encontremos uno con personalidad muy definida, y otro falta de carácter y manipulable, lo cual es parte de nuestra complejidad psicológica y se relaciona –según Eysenck (psicólogo alemán)- con  los genes que heredamos de nuestra ascendencia familiar. Con todo, no hay excusas para que un adulto mentalmente capaz actúe de manera indigna o perversa aduciendo que ha sido mal aconsejado.

Una frase atribuida al escritor y poeta francés Pierre de Ronsard dice: “El que sabe conocerse a sí mismo, es dueño de sí”; por su parte, el apóstol Santiago nos dice que el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra, y que el hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

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