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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Malnacidos

08 de junio de 2020 - 00:00

No me referiré a los recién nacidos, de los que dice el dicho popular que “no hay bebé feo” (aunque sí los hay), sino a los que se inauguran en el mundo de las ideologías. Ponga atención:

Un socialista puede ser de buena cuna o malnacido. De buena cuna es aquel que cree en la igualdad ascendente, no descendente. Que trabaja de sol a sol y sueña con un país más igualitario (aunque más paternalista) y está dispuesto a sacrificar las comodidades que él mismo se ha granjeado para ver a su vecino sano y feliz. Un socialista malnacido es el socialista holgazán, que espera sentado que el Estado lo alimente, lo acicale, lo acaricie. Es el que quiere igualdad porque sabe que es mediocre y que morirá si compite. Es el que odia al capitalista porque odia el concepto de “merecimiento”.

Un capitalista de buena cuna es el individualista, que sabe que para ascender no necesita pisar cráneos ajenos, que su éxito no depende de las derrotas de otros, que enfoca sus metas a la distancia y se levanta temprano para alcanzarlas. Sí, se preocupa sólo por él y por los suyos, pero jamás se enriquece a costa del sufrimiento ajeno. Un capitalista malnacido es aquel que hace escalones de cabezas ajenas para escalar, cuya riqueza depende de mantener en la absoluta ignorancia al pueblo al que explota; es quien teme a la igualdad porque sabe que en la igualdad es nadie.

Esta comparación la podemos realizar con todos. Con todos los fanáticos de un partido político, con religiosos, con posturas económicas, filosóficas y hasta jurídicas. En toda agrupación ideológica existen los de buena cuna y los malnacidos.

Ser de buena cuna significa entender que el que piensa diferente no es el enemigo; significa identificar las virtudes de tus opuestos y no encasillar en el mismo costal a todos. La buena cuna significa, al final del día, el nacimiento de una idea por sus virtudes y su nobleza, por sus ventajas e independencia, en tener la capacidad de defender lo bueno de tu idolología sin la exclusiva necesidad de recurrir al argumento de lo negativo de la idolología opuesta.

Pero la tragedia del mundo radica en que la mayoría son malnacidos (o malparidos), cuyas posturas, radicales, no se sustentan en la virtud propia sino en el defecto ajeno. Malnacido es aquel que cree que todo capitalista es malo y que todo socialista es vago.

Aprovechen esta columna para reflexionar, porque sólo en el mundo de las ideas se puede volver a nacer. (O)

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