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El Telégrafo

Cancillería democrática e incluyente

09 de septiembre de 2011 - 00:00

El gravoso legado que la Revolución Ciudadana recibió de la partidocracia,  en  materia   de administración pública  y de otras importantes  funciones de sustantividad del Estado, es una relevante  muestra de las dificultades que diariamente  el gobierno del presidente Correa debe enfrentar para lograr el cambio anhelado  por y para el conglomerado social.

En nuestra existencia republicana, solo en el paréntesis  civilizador de los regímenes alfaristas y de otros pocos más, los asuntos de la política exterior tuvieron  el esmero, la preocupación,  la acción  decidora  y la efectividad en defensa  de los intereses  patrios como  los planificados  ahora  y que se implementan    en  el actual orden  político.

No es desconocido que en el pasado, y con las excepciones de rigor, en esta importante repartición gubernamental  encargada constitucionalmente  de la gestión internacional ecuatoriana  se solventaron  criterios específicos -para el nombramiento de  altos funcionarios- tales como  la extracción social  y hasta racial de los postulantes.

Pero además, doloroso es  decirlo, la estrechez de miras y deficiencias graves en la metodología para el análisis de la situación  hemisférica y mundial tuvieron funestas consecuencias  para la República, como por ejemplo la mutilación territorial resultante de la firma del protocolo de Río de Janeiro en 1942, y otros tratados nefastos  en el  siglo XIX, cuya influencia malsana   marcaron varias generaciones de connacionales y que, para muchos, es aún una  herida abierta. Alguna vez el ilustre arzobispo  de Quito González  Suárez  proclamó: “Si el Ecuador debe desaparecer, que sea, pero  con el arma al brazo y no enredado en los hilos de la diplomacia”, estamos convencidos y ciertos a lo que se refería en su ardorosa e histórica  proclama.

Sin embargo, hoy tenemos la incuestionable  convicción de  que los patrimonios legítimos de la nación  están seguros  y resguardados, con la actividad  del actual Ministerio de Relaciones Exteriores y su titular, economista Ricardo Patiño Aroca.

La buena fe, el sentido de justicia,  el sano deseo  de estructurar  embajadas y legaciones asumiendo las ricas  expresiones de nuestra  plurinacionalidad  e interculturalidad,   sustentados en una programación  muy importante y que corresponde a múltiples  designaciones para  miembros de nuestros pueblos originarios indígenas y montubios, y también  de mujeres  con amplia formación profesional, inteligencia y espíritu patriótico, sirven para  cimentar  el   fehaciente testimonio de nuestro aserto.

De esta manera se anula la maledicencia de quienes, en  salones exclusivos y en infames conciliábulos autocalificados de  académicos, establecen sus dudas y burlas por  los  pasos fundamentales  casi únicos de la política exterior  ecuatoriana, planteados por Rafael Correa, sostenidos  en principios de  soberanía e independencia   y que ratifica   hasta la saciedad la necesidad de la actualización y modernización de un organismo técnico, administrativo y funcional, concebido y diseñado para todos y que con presteza  y eficiencia de sus estamentos sea la entidad ejecutora  de la política exterior  del país.

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