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El Telégrafo
Cecilia Velasco

Camisetas lila

28 de noviembre de 2018 - 00:00

La fotografía de portada del diario Expreso de este viernes está llena de color, lo que da cuenta de la diversidad ecuatoriana. Se trata de una imagen de la Asamblea Nacional en la que se destaca un atuendo tsáchila, un tocado de plumas del pueblo sarayaku, sombrero y mangas bordadas de una nacionalidad indígena, tres o cuatro puestos, sobre sus trajes ordinarios, camisetas lilas alusivas a la no violencia contra la mujer. Como dice la nota al pie, se respiraba un ambiente de algarabía tras haber sido repartidas las camisetas, y fue la ocasión feliz para una selfie.

A propósito de la celebración, este 25 de noviembre, de la lucha contra la violencia de género, varios eventos se han realizado, como el de la Asamblea. La nota periodística no deja, sin embargo, lugar a la alegría: tras un año de su aprobación, “la ley contra la violencia machista está desfinanciada y el plan para erradicar la violencia sexual del sistema educativo corre igual suerte”.

Tanta sonrisa y exhibición de camisetas quiere ocultar que la ley aprobada no podrá ejecutarse sin respaldo económico y que la lucha contra la violencia machista no es una fiesta de camisetas promocionales, sino un compromiso.

En el país se ha gastado mucho dinero en infraestructura –con sobreprecio incluido-, y muy poco en educación de las comunidades beneficiarias de las obras.

Grandes sistemas de regadío, por ejemplo, han sido implementados, pero los campesinos implicados no saben cómo operar en concreto ni hay fondos disponibles para la gestión operativa. Asimismo, leyes que suenan fantástico han sido aprobadas, como la peculiar de otorgar derechos a la naturaleza, pero varias industrias siguen devastando la Pachamama.

Podremos disminuir los efectos de la odiosa violencia machista si empezamos con niños y niñas, si se monta un sistema para combatir las ideas sexistas y misóginas que miles de profesores tienen en su disco duro, si se crean escuelas para padres en barrios y comunidades para que las familias cambien su lógica patriarcal y autoritaria de funcionamiento. Hay que empezar desde la habitación y la cocina para llegar a los salones de la Asamblea. (O)

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