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El Telégrafo

Calma crítica a favor de la sensatez

11 de mayo de 2011 - 00:00

¿El Sí gana la consulta? ¿El No colocó algunos temas consultados en crisis? La realidad es terca: los problemas de fondo del país siguen siendo la injusticia, la inequidad, la pobreza y la inseguridad. Y los sectores más afectados por ellos son los indígenas, los pobres y la clase media. En cada uno se viven dramas: necesidades básicas insatisfechas, miedo a ser asaltado y asesinado, falta de empleo y carencia de oportunidades para mejorar su calidad de vida.

Desde quienes se opusieron a la consulta no hay, hasta ahora, respuestas prácticas y solventes para resolver esos problemas reales. Dispersos en sus posiciones, los opositores concentraron su discurso en un solo lema y sus derivaciones: no meter la mano a la justicia y respeto a las libertades. Sí y No. Legítima demanda que no está acompañada de lo esencial para que la gente se exprese en libertad y pueda hacer su vida: los derechos fundamentales en el marco de una sociedad con inequidades y pobreza.

Desde el Gobierno hay una sola convicción: ganar la consulta le daba más legitimidad al proyecto político y reafirmaba el liderazgo de Rafael Correa. El propio Presidente lo había dicho: ganando no se resolvían los problemas en el corto plazo ni tampoco se aseguraba que la injusticia pasaría al olvido. Entonces, ¿qué ganó el Gobierno con la consulta? Un tema poco valorado: poner a toda la sociedad a discutir los problemas urgentes. Por eso quizá la consulta empezó coja: no tocó los problemas de fondo arriba mencionados. No hubo uno solo que sensibilizara a la sociedad en su conjunto. O sea: priorizó lo urgente a costa de lo importante.

Por eso la oposición se concentró en el estilo del Presidente, en la tolerancia y en las libertades (donde se incluye a los toros). Y eso pesó mucho en el resultado: a priori los grandes vencedores son los indígenas y la clase media. Ambos sectores apuestan por el cambio, pero no se satisfacen con la obra pública y el mejoramiento de la economía: quieren tolerancia, inclusión, participación real y diálogo horizontal.

Por tanto: ¿es hora de tender puentes con el movimiento indígena sin aceptar condiciones que linden con el clientelismo? ¿Hay que crear escenarios para el debate sobre los derechos y las libertades sin ajustarse a la agenda de los poderes fácticos, sino sobre lo que la clase media propone? ¿La prensa tradicional debe dialogar con el poder sin agendas empresariales sino desde las demandas de lo público y la responsabilidad social?

Sí, a todo eso un poderoso Sí.

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