El Consejo de Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Caces), acertadamente ha emprendido tareas para definir una política nacional sobre autoevaluación –autorreflexión- como elemento esencial para el mejoramiento, lo que generará un posterior desarrollo normativo y otros instrumentos.
Este propósito pensado con carácter sistémico e instrumental debe conducirnos a elevar el nivel en este segmento educativo.
Es la primera iniciativa formal en el país en este sentido, así se establecerán de inicio las grandes orientaciones y principios del sistema para luego aterrizar a lo práctico.
La política en construcción busca inducir equilibrio entre docencia, investigación-innovación y vinculación, ámbitos de desempeño propios de las instituciones de educación superior (IES).
Por cierto, ya no se aplicará la autoevaluación como mecanismo para acreditarse, arma utilizada perversamente otrora por René Ramírez y sus incondicionales, para someter a la academia incómoda.
El Caces está creando condiciones para que el sector involucrado participe discutiendo y aportando sobre los componentes de la política. Se intenta que, en el marco de un pacto de confianza con las IES, la autoevaluación cale como cultura en el sistema, con intervención de los estamentos universitarios. Al efecto, habrá que profundizar en el análisis sobre la metodología a utilizar, afinar conceptos como los de “calidad” y “evaluación”, y el contenido de los parámetros.
Para todo esto será clave avanzar sin dejar de lado el respeto a la autonomía, así como reconociendo la diversidad, fortalezas y experiencia acumulada de las IES, pues sería complejo pretender aplicar criterios similares a instituciones tan diversas, cuyo conjunto comprende las públicas, privadas, de pregrado, de posgrado, regionales, internacionales, con énfasis en humanidades o en carreras técnicas. Esperamos que esta loable iniciativa encamine la educación superior del país hacia niveles óptimos. (O)
