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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Brasil: golpe consumado

02 de septiembre de 2016 - 00:00

Dilma Vana Rousseff en 1964 se incorporó resueltamente a una organización político-militar que luchaba contra la dictadura. Fue guerrillera urbana; luchó con singular valentía, tal como lo hicieron todas las jóvenes que decidieron dejarlo todo y estaban dispuestas a ofrendar sus vidas por una noble causa: un Brasil en democracia, justo y solidario. En 1970 los Servicios de Inteligencia la localizaron y la encarcelaron. Fue torturada durante varios días. En una imagen que se volvió famosa en Brasil, se enfrenta a los militares con dignidad; mientras ellos cubren sus rostros. Permaneció en la cárcel durante tres años. Luego de ser liberada, reanudó sus estudios y se graduó como economista en la Universidad de Río Grande do Sul.

Dilma se unió al Partido de los Trabajadores en 2000 y dos años más tarde se convirtió en responsable de la política energética del entonces candidato presidencial Luiz Inácio Lula da Silva. Lula, al ganar las elecciones, la nombró ministra de Energía. Cuando un escándalo de corrupción obligó al jefe de gabinete de Lula a dimitir en 2005, Rousseff lo reemplazó.     

Dilma fue electa como la primera presidenta de Brasil, derrotando a José Serra, del Partido de la Social Democracia Brasileña. Rousseff continuó con las políticas sociales de Lula al tiempo que incrementó la intervención del Estado en la economía. Siguió en vigencia la política nacionalista en materia petrolera, limitando las utilidades de las transnacionales. En política internacional, se continuó dando apoyo a la Alba, Unasur, Mercosur y Celac, que son organizaciones de unidad geopolítica de América del Sur y el Caribe.

Las cosas empezaron a cambiar cuando se inicia la caída de los precios internacionales de las materias primas que exporta Brasil y los precios del petróleo. Las tensiones entre Rousseff y Temer aumentaron a finales de 2015 cuando la Cámara Baja aceptó una solicitud de juicio político contra la presidenta en funciones, acusándola de “maquillar cifras para enmascarar un creciente déficit presupuestario”. De esta forma Temer pasó de aliado y compañero de papeleta a vulgar golpista. El 12 de mayo de 2016 Dilma fue suspendida en sus funciones y se inició el juicio político que culminó -como estaba previsto por el imperio- con su destitución. En todo el proceso, la oposición no pudo probar ninguna de las acusaciones contra Dilma. En este juicio sesgado se violó la ley, se ofendió a la democracia. Es un insulto a la inteligencia del pueblo brasileño que 61 votos de senadores, de muy dudosa reputación, se vayan en contra de la voluntad de 54 millones de votos del pueblo brasileño.

“Se está robando el proyecto nacional, progresista, inclusivo y democrático que represento”, manifestó Dilma en su discurso de despedida. “Llegamos al gobierno diciendo que nadie debería tener miedo de ser feliz, de tener esperanza. Durante trece años realizamos un proyecto que promovió la caída de la desigualdad. Estoy segura  de que la interrupción no será definitiva”.

Dilma Rousseff -mujer valiente y de principios- ocupará un sitial de honor en la historia. Del lado del deshonor estarán los cobardes y traidores que la condenaron injustamente. (O)

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