Ecuador, 20 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz

Bernard Fougères y su voz húmeda

28 de mayo de 2018 - 00:00

Conocí a Bernard Fougères tarde. Era 2008 y él era ya una celebridad. Un día cruzamos varios correos electrónicos y el milagro se hizo: nos veríamos una noche en su casa en Guayaquil y prepararía una cena exclusivamente para mí. Adelantó el menú en un mail:

“… Voy a cocinar una corvina en salsa de langostinos y un ‘fondant’ de chocolate sobre espejo de crema de vainilla. Un excelente vino y un par de caipirinhas para romper el hielo cuando estemos frente a frente. Te voy a abrir la puerta y vas a aparecer. Es simple, prosaico, genial”. ¡Más contenta yo no podía estar!

Bernard fue, en mi niñez y adolescencia, la estampa de las tardes en televisión. Más allá de esa imagen, siempre quise conocer al hombre que hablaba como poeta –había ganado el segundo lugar del Premio de Poesía Ismael Pérez Pazmiño en 1978– y la noche que nos vimos me regaló su libro autobiografiado.

Lo estupendo de él era que podía conversar sin fin y su finura envolvía la vida y la muerte en el mismo celofán de su corazón entonces frágil pero amorosamente dócil. Esa noche, perfecta y coqueta, repleta de sabores, olores y dos botellas sacadas de su cava privada, profanaron mi humo vital –quiso saber qué edad tenía… de pronto, rectificó, e inquirió el año de mi nacimiento– y como nunca oculto mi tiempo, al saberlo, se esfumó por unos minutos y ¡trajo una botella de vino de ese mismito año!

Sus ojos querían ver mis ojos, mi estupefacción, mi pasmo. Su gozo y sus mejillas sudadas doblaban mi fascinación. Nos reímos un montón, bebimos con pausa y platicamos del tiempo, de sus traspiés, de su puesta en escena en la televisión local en una época más bien rústica para encajar una estética oral en pantalla, de metafísica, de poesía, de la música –¡tocó el piano veinte minutos en silencio mientras yo gozaba el vino de mi año!– y, llegada cierta hora, me llevó en su viejo auto, como un caballero en sepia, a mi hotel.

Así fue Bernard Fougères: conocedor extraño de lo extraño; disolutamente sabio. Nos dejó algo difícil de captar: una vida que rastrea otra vida. Repetía: “Inventemos mundos si nos falla este”.

Diré –sin erizos– que Bernard me transmitió, con su voz húmeda, una energía que hasta hoy no he podido derrochar. Gracias señor por eso. (O)    

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media