El Estado es nacional, las corporaciones mediáticas son internacionales. Aun un “Estado plurinacional” como el de Bolivia resigna su soberanía más allá de sus fronteras, pero la hegemonía del imperio, en cambio, no se fija fronteras.
Es de advertir que las corporaciones mediáticas libran batallas en Latinoamérica, siempre contra gobiernos progresistas; no hay batallas de las corporaciones contra Piñera, contra Calderón, ni las hubo contra Uribe. El sesgo ideológico antipopular es claro e inflexible. Siempre se va contra los gobiernos progresistas, nunca contra los de derecha, los proempresariales y proimperiales.
En esas luchas, cada gobierno nacional intenta contrarrestar las ofensivas mediáticas en su contra. Puede hacerlo con más o con menos éxito; en el caso ecuatoriano el Presidente ha logrado importante éxito nacional en su decisión de responder a los ataques deslegitimando a la oposición mediática.
Pero lo cierto es que la soberanía de un gobierno llega solo a los límites territoriales de su país. La batalla se ejerce dentro, pero también fuera de esos límites. Los medios recurren a sus asociaciones internacionales (por ej. la Sociedad Interamericana de Prensa), a sus corresponsales en otras latitudes, a sus medios homólogos de otros países y continentes, entre otros múltiples recursos.
Es allí donde no pueden llegar los gobiernos locales, y donde -por tanto- los medios pueden ganar una batalla donde “juegan solos”. Esto es comprobable al leer diarios europeos, cuya versión de los procesos políticos latinoamericanos es simplista y lamentable, considerando a los mejores gobiernos (los que han logrado condiciones de superación para los sectores sociales más pobres) como los peores, y presentándolos como pretendidamente corruptos, demagógicos, semitiránicos, siempre como supuestamente autoritarios.
En casos como el reciente cierre de una radio, el Gobierno ecuatoriano no puede dar su versión más allá de sus propias fronteras. De modo que la prensa y la TV internacionales se encargan de presentarlo unívocamente como un atropello a la libertad de prensa, dentro del reconocido recurso de no tender a la libertad de información del conjunto de la ciudadanía como derecho primario; más aún, ni siquiera a considerar la existencia de dicho derecho.
Ya ocurrió con el juicio al diario El Universo; la pluralidad de puntos de vista que hubo en el ámbito local se simplificó en la versión internacional a un solo punto de vista, monocorde y (por ello) obviamente parcial y sesgado.
Hay mucho por hacer en el derecho positivo de nuestros países para mejorar la pluralidad en el acceso social a información (un gran logro al respecto fue la Ley de Servicios Audiovisuales argentina, que todavía no se aplica en plenitud).
Pero más aún lo hay en el derecho internacional: habrá que legislar al respecto desde Unasur y Celac, para que al menos en el ámbito de los países sudamericanos se cuente con nociones más variadas, y con un abanico de opiniones que es negado desde el ámbito mediático dominante a nivel internacional.
