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El Telégrafo
Oswaldo Paz y Miño

Basta ya carajo

02 de noviembre de 2022 - 00:00

He dejado para la siguiente semana el editorial que continuaba el publicado la semana pasada cuyo membrete es “Siempre ha habido analfabetos II”.

Lo he interrumpido indignado, conmovido, dolido, y de alguna forma horrorizado, luego de haber leído y visto imágenes brutales, de violencia y crimen que han sido grabadas luego de dos días :el 30 de octubre y el primero de noviembre 2022  de espanto, miedo, sangre, lágrimas, y tragedia que han vivido Guayaquil, Durán y Esmeraldas, ciudades en las que se han cometido atentados brutales que afectan a la propiedad privada, a la tranquilidad y seguridad ciudadana y lo que es más vil,  asesinatos a sangre fría, en contra de policías, en vehículos y cuarteles de servicio comunitario de la institución policial, hechos ante los cuales, no hemos leído, visto, escuchado una sola palabra de alguno de los ágiles defensores de los derechos humanos, que cuando es abatido un delincuente sorprendido en acto infraganti, por agentes del orden, en defensa propia, poco demoran en hacerse presentes con toda sus leguleyadas para buscar sanciones, condenas, en contra de los servidores públicos. A las que se han aliado visiones fiscales y sentencias judiciales.

La Policía Nacional en el paredón, hoy más que nunca y literalmente, acosada en las calles por los pillos y las balas, y en ciertos medios por articulistas y periodistas que disparan todos artillería pesada contra los gendarmes.

Y son más los que buscan menoscabar a la Policía Nacional desde lo externo, identificados políticos asambleístas tantos, que se empeñaron en forjar una ley que límite al máximo los mecanismos de defensa armada de los ciudadanos policías, tales hacedores de leyes identificados con un delincuente fugitivo, que cuando gobernó también se ensañó contra la policía y los buenos de ellos. Los que no le hicieron el juego en sus pantomimas, ni victimizaciones, que lo dejaron en evidencia como mentiroso. Recientemente grupos feministas, acometían contra un grupo de gendarmes con palos e insultos, con consignas provocadoras, que, en otros lares, merecen reacción policial, sanción de los jueces y cárcel, pero como en este país se busca arrinconar a los que sirven y protegen a riesgo de sus propias vidas como ha quedado probado en los dos días tristes que hemos vivido, los policías agredidos soportaron hasta que las agresoras se retiraron.

Basta ya. Es hora de que el Estado tome al toro por los cuernos, que, dentro del Estado de Derecho, y las garantías que la Constitución tiene prevista para casos extremos como los que estamos viviendo, en defensa de la mayoría de los ciudadanos, del sistema, de la democracia, se vuelva radical la lucha contra la violencia organizada, contra el crimen, contra la corruptela de cuello blanco, y de todos los colores, entre esos el verde que tiene patente en cometer corrupción.

Si existen policías deshonestos, que usen a su institución y uniforme para violar la ley, todo el peso de ella contra esos, cual contra los que han cometido femicidios o delitos de cualquier otra índole. La Policía Nacional debe salir por sus fueros y plantar cara, sirviendo como es su deber y defendiéndose cual también es su deber.

No puede el pueblo sensato hacerse eco de escandalosas personas que buscan minutos de fama atacando a la policía por errores cometidos por miembros de ella. El Estado tiene herramientas para cuidar de la democracia y las libertades y ha de usarlas, en contra del crimen, la violencia, y en contra de los que acometen contra las instituciones fundamentales como la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, los anarquistas, cualquiera sea su consiga, su ideal, su negocio, no pueden romper al Ecuador. Menos los delincuentes, menos los legisladores alcahuetes de fugitivo, menos los defensores de derechos humanos, que consideran que los policías no los tienen, que mantienen mutis total cuando los asesinados son los agentes del orden.

Señor Presidente que su retórica, sea más que eso, que sus ministros, apoyen la gestión policial y las de las Fuerzas Armadas, que, si se han descubierto ministros que no han caminado dentro de la ley, más allá de echarlos, sea usted quien ponga las denuncias. Cuente con el apoyo del país si usted es firme y no vacila en poner orden.

No puede ser que Policía Nacional y Fuerzas Armadas estén atados de manos y pies ante leyes hechas con perversidad en su contra, que los dejan en indefensión, mientras la delincuencia está bien organizada, entrenada, armada y alcahueteada por leyes licenciosas creadas por analfabetos titulados o por gente de mala fe con consignas que están llevando al Ecuador al despeñadero.

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