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El Telégrafo

Ay guerrilla, no te rajes

25 de noviembre de 2012 - 00:00

Que las FARC  y el ELN no se rajen es anhelo de muchos, porque el pueblo y el país los necesita, pero sin armas, con lenguaje veraz y agrupados en organizaciones políticas, para fortalecer una oposición constructiva. La coyuntura que vive el mundo, y en particular América Latina, permite pensar en  una alternativa estructurada, creíble, transparente, a la que la guerrilla se adhiera, sin la cual las élites burguesas  neoliberales  seguirán haciendo de Colombia  uno de los países más inequitativos del planeta, obstaculizando  las transformaciones estructurales fundamentales que venimos esperando desde los años de Marquetalia y del Frente Unido de Camilo Torres.

De hecho  han pasado decenios y 12 gobernantes, y no se concreta la tan cacareada justicia social ni se resuelve el conflicto, porque no se da solución a las causas sociales y económicas que generan la confrontación. 

Para la muestra un botón: en Cartagena de Indias, junto a la opulencia de una minoría, perduran los niveles más infrahumanos de vida -si eso se puede llamar vida- para la mayoría de los habitantes concentrados en arrabales en 6 km² con basura, aguas contaminadas y excrementos,  sin acueducto, alcantarillado, calles pavimentadas, parques, escuelas, y  sin que los gobiernos locales le den prioridad a los pobres con los ingentes recursos del  turismo. Cruda realidad que mostró el Informe Semanal de la TV española el 17/11/2012, cuando lanzó una campaña solidaria con una vergonzosa  historia de pobreza infantil en esta ciudad, que calificó de “coctel explosivo”. Da ira ver cómo la desigualdad castiga a los niños más pobres.

Cabe reseñar que, gracias a su insistencia, las FARC lograron  meterle pueblo a los diálogos para  establecer los mecanismos  de participación popular  en el proceso de paz, que se están construyendo, para hacer posible esa participación a través de diversos canales.

Ahora  les toca  meterle verdad  y transparencia; sin la una no hay credibilidad y sin la otra  no hay confianza. Y para ello hay que hacer compatible el lenguaje, hacerlo concordante.  Es imposible avanzar seriamente hacia la paz si no hay verdad, justicia y reparación para las víctimas. Hay que sincronizar entonces el lenguaje para poder dialogar.

Es hora de la autocrítica de parte y parte, que lleve a una catarsis. Ninguno de los dos tiene la  verdad total. En todo caso el propósito no es que las FARC depongan sus ideas, sino que se conviertan en una fuerza política desarmada, como lo expresó el delegado del Gobierno.

Es lo que esperamos más pronto que tarde.

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