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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Aventuras urbanas en una cartera

26 de julio de 2017 - 00:00

La noticia de los periódicos menciona: “en su cartera se encontró una boleta de auxilio”. Para cualquier cosa, ya es demasiado tarde. La boleta de auxilio, ese papelito tal vez ya a punto de romperse en los dobleces, ya no le servirá de mucho. Como de seguro tampoco las lágrimas, las oraciones ni las proclamas líricas sobre el femicidio y sus implicaciones. Porque la boleta de auxilio se encuentra después del cuerpo apuñalado, estrangulado, maniatado, mutilado, violentado de una o más formas posibles.

¿Cuántas boletas de auxilio se quedaron en cajones de veladores, en carteras, en bolsillos de una chaqueta que se puso para una fiesta y luego de la cual vino una brutal paliza o algo peor?

Ya son más de setenta los casos de femicidio reportados en nuestro medio en lo que va del año. Todos con su cuota de atrocidad. Todos con su pátina de horror. Todos con su estremecimiento de pánico. Todos, quizá, originados hace años ya en una historia que pareció de amor.

¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿A quién acudir? Es obvio que la boleta de auxilio poco o nada hace en estos casos, como demuestra el papel dobladito hallado en la cartera de una de las víctimas. Es obvio que la educación tomaría años para cambiarle la mentalidad a una población entera. No solo a los hombres. No solo a las mujeres. No solo a los niños y a las niñas para que dentro de veinte años esto ya no suceda. Cuando hace cuatro o menos meses eran treinta y tres los casos de femicidio reportados, me nació un texto que habla de la impotencia y el dolor ante semejante suceso.

Sé que, como otras cosas, no servirá de mucho, pero aquí se los comparto, porque tal vez peor sea el silencio de no saber qué hacer: en medio del ruido de la política/ o del fútbol/ debajo de los gritos/ de quienes se disputan el poder/ para quién sabe qué/ van ya treinta y tres/ como los años de Cristo/ treinta y tres flores en edad variable/ treinta y tres madres/ o hijas/ovarios tiernos/ ojos ausentes para siempre/ y ausente ya la flor oscura de su sexo/ detrás/ la mano de un agresor desconocido/ vergüenza de pelear por si la papeleta estuvo o no doblada/ vergüenza de no entender por qué otro piensa diferente a mí/ vergüenza de estigmatizar a los que les gusta Miami/ o de sacarnos los ojos por ideas/ que a la larga terminan siendo lo mismo/ vergüenza de perder el tiempo/ en pendejadas/ treinta y tres flores de sangre/ esa es la realidad/ treinta y tres flores tronchadas/ con toda la mala intención del caso/ treinta/ y/ tres/ que pudimos ser cualquiera de nosotras/ que de alguna manera/ lo somos. (O)

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