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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Atravesado por el carro, pisado por el capitalismo

05 de septiembre de 2014 - 00:00

Sales en la mañana en tu bicicleta porque sí, porque son los únicos 20 minutos en el día en el que te obligas a hacer ejercicio, porque estás cansado de gastar en gasolina, porque nunca encuentras parqueadero, porque te demoras básicamente lo mismo en llegar al trabajo, porque eres una mezcla de hípster y burócrata que se debate entre el sistema y la rebelión. Sales en bicicleta porque, en el fondo, no quieres que la historia te juzgue cuando el planeta arda a causa del calentamiento global. La bicicleta es tu redención.

Pero a pesar de tu calidad de mártir y héroe, a pesar de tu superioridad espiritual sobre dos ruedas, parece que el círculo interno en que eres adorado no trasciende a una sociedad que ha jerarquizado tu estatus a partir del carro que tienes. Y en esa pirámide, los de bicicleta bordeamos el abismo, junto con ese perro que siempre se atraviesa en la carretera Alóag-Santo Domingo.

En tu ruta diaria te has salvado de todo, hasta que se te cruza esa bestia y te toca frenar desesperado mientras sientes cómo todo tu cuerpo se catapulta por encima del volante y caes hecho... Lo trágico es que, mientras te revuelcas en el piso, sosteniendo el codo, buscando por dónde se te salió el hueso, el carro blanco medio frenó y se perdió, para siempre, entre las calles del quémeimporta. Hay el buen samaritano que te ayuda (cuando tienes suerte y no te reciben con un “primero aprenda a andar bien antes de salir a la calle, joven”), pero ya es muy tarde. Recoges lo que te queda de dignidad del suelo y medio caminas al hospital.

Pensar que ahí es cuando comienza el calvario. En ese sistema de salud demencialmente roto. Lo bueno, es que no es el nuestro. Lo malo, es que en Estados Unidos, el baluarte de la democracia occidental y el capitalismo moderno, ese ejemplo a seguir de la derecha latinoamericana (incluida la propia), la salud está tan profundamente guiada por una mezcla de avaricia y ganancias que en la lista de prioridades, al final encontrarán al paciente. Y si al final de la otra lista encuentras a los negros y latinos, entenderán en qué parte de la prioridad de salud me encontraba yo.

Para entender el problema del sistema de salud basta con ver los precios. Algo común, una operación para remover el apéndice. Un estudio de California determinó que la cuenta por esta operación puede oscilar entre $ 1.500 y $ 180.000, con un promedio de $ 33.000. La metodología para determinar la racionalidad detrás de esto es inexistente. Mientras cada paciente viene con un cuadro único que explica una parte de la variación, más de un tercio de la diferencia en costo no puede ser explicada. Y el mayor problema es que mientras menos capacidad para pagar tienes, mientras más precaria tu situación económica, más pagas. Porque son aquellos que no pueden acceder a un seguro de salud los que acaban pagando la cuenta completa. Mucho peor en un sistema donde solo sabes los costos del tratamiento una vez que te llega la cuenta.

Todo esto para entender cómo el capitalismo es, efectivamente, contradictorio en lo que debería ser su parte más humana.

El corolario de la historia es feliz. La fractura no fue grave. El especialista de la Universidad cobró $ 50. Beneficio de ser estudiante. Y ese privilegio, el ser estudiante, es otra contradicción que nos deja el capitalismo.

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