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El Telégrafo

Asumamos positivamente los conflictos

21 de marzo de 2012 - 00:00

¿Podemos vivir sin conflictos al nivel personal, familiar, social, profesional, religioso…? No; eso es irreal: No hay vida sin conflicto. Más bien hay que decir: la vida es conflicto, o sea proceso permanente de caídas y superaciones, muerte y vida.

El problema es que nosotros añadimos más conflictos por interés, egoísmo, poder, orgullo, dominación… que terminan con nuestra propia destrucción.

En este momento estamos descubriendo que estamos agilitando “la sexta extinción masiva de la vida en nuestro planeta”. ¡Cuántos conflictos podríamos evitar para vivir mejor personal y colectivamente! No hemos comprendido todavía que en el convivir humano y el cuidado de la naturaleza está nuestro bienestar. ¡Cuánto irrespeto al bien común que destruye la paz, la tranquilidad y el desarrollo armonioso!

Ecuador es un país multiétnico y plurinacional. No hemos avanzado mucho desde que se escribió eso en la última Constitución de hace ya 4 años.

Se nos ha alabado porque nuestra Constitución era la primera en proclamar y defender los derechos de la naturaleza… y entramos en la devastadora minería a gran escala. Los indígenas han levantado el grito de alarma y están realizando una marcha nacional de más de 600 kilómetros para que se escuche la voz de los pueblos ancestrales y de la naturaleza.

Nuestros conflictos son un llamado a la superación y al crecimiento, tanto de las personas como de los pueblos y de la misma naturaleza. Son retos que nos obligan a discernir dónde estamos fallando y qué es lo que tenemos que corregir en nuestras prácticas cotidianas.

Jesús nos dio un camino de solución exigente y eficaz para un convivir armonioso: “Si tu hermano tiene una queja en contra tuya, anda a hablar a solas con tu hermano. Si no te hace caso, toma contigo a una o dos personas más. Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea”.

Hemos entrado en tiempos de mayor conciencia personal y colectiva, de mayor participación, en tiempos de diálogo y de consensos. No creemos en los que se proclaman nuestros salvadores y redentores. Hemos descubierto que si los problemas son de todos, las soluciones también son de todos. Eso comienza en la familia, se desarrolla en el barrio y abarca la ciudad y el país.

Que las marchas convocadas por los indígenas y el Gobierno terminen en una escucha recíproca, en un diálogo cordial y en consensos oportunos. Si todos buscamos el bien del país, juntemos las manos y las propuestas: así todos saldremos ganadores.

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