Marlon Vera pita mal. Obsequia un penal a Emelec y perjudica a Cumbayá, un equipo que no tiene deudos y cuya suerte importa apenas a sus cercanos. ¿Vera conspira a favor del Ballet Azul? ¿Es empleado de algún dirigente? ¿Quiere quedar bien con los azules? No, nada de eso. Simplemente es un árbitro incapaz, de tantos que tiene el fútbol ecuatoriano. No hay lugar para otra teoría.
Miguel Ángel Loor, en una de sus apariciones tuiteras, el 14 de abril pasado, lamenta los errores arbitrales que, efectivamente, perjudican a Universidad Católica y Barcelona en la Copa Sudamericana. Que un torneo que maneja millones de dólares, dice, debería tener VAR en todas sus instancias. ¿Acertado? Claro. Pero que cuente la historia completa, pues. Esto lo enuncia mientras promueve la más irregular y ecuatoriana de las prácticas: el VAR Vip. ¿Quieres justicia? Paga, pues. Un mensaje funesto.
El VAR no es la solución. ¿De qué sirven cámaras y monitores si no hay árbitros capaces de trabajar bien con ellas? Ecuador dispone de tres árbitros capacitados para estar en el VAR. Entonces, para variar, empezamos a construir casas desde el techo y no desde los cimientos. Para que el VAR sea algo útil hay que primero tener jueces habilitados para la herramienta.
Mientras los dirigentes sigan creyendo que los errores arbitrales son parte de conspiraciones, ataques mutuos, piedrecillas puestas en el camino por el rival y no la falta de formación académica especializada, pues seguiremos teniendo jueces incapaces de discernir entre un roce propio del deporte de contacto que es el fútbol y una falta. Y ese deterioro impacta en la competencia local y en la imagen internacional del balompié ecuatoriano. Ah, Vera es árbitro FIFA (!).
Por cierto, si alguien tiene duda de la honorabilidad de los jueces, ayúdenos con las pruebas y denuncie. Ser incapaz no es lo mismo que ser sinvergüenza, aunque sea una vía perfecta.
