Uno de los capítulos dolorosos del siglo XX fue la absurda guerra de Vietnam. Aclarando eso voy a recordar un caso curioso de ese conflicto. Las tropas regulares que partían desde Estados Unidos hablaban inglés y punto. Pero los pocos comandos (boinas verdes) que iban allá debían aprender vietnamita.
El Pentágono encargó la tarea al famoso Instituto Berlitz con una sola consigna: que aprendan rápido. Llegaron los instructores vietnamitas y confinaron a los comandos a celdas separadas, los alimentaron solo con arroz y pescado, e impusieron castigos físicos por hablar inglés. Las jornadas empezaban temprano en la mañana y terminaban al empezar la noche.
Era casi un campo de concentración, pero dio resultado. Un meticuloso monitoreo demostró que los estudiantes aprendían más pasadas las 17:00 (5 pm), es decir, cuando estaban más cansados. Este descubrimiento tuvo dos repercusiones. Primero, el entonces joven lingüista Chomsky tenía razón: no aprendemos una lengua conscientemente, ya que venimos con un “chip” lingüístico. Segundo, más importante en la práctica, estudiar otro idioma no es lo mismo que estudiar otras materias.
Para aprender Matemáticas o Geografía, usted debe estar fresco y prestar atención. En cambio, para aprender otro idioma es mejor que esté cansado. Solo así ya no tratará de traducir el nuevo vocabulario a su lengua materna. Se rendirá y tomará lo que den. Por eso, aunque usted no lo crea, sí sirve aprender un idioma mientras duerme.
A mis estudiantes de inglés les aconsejo que vean películas con audio en inglés y subtítulos en inglés. Cuando no entiendan el audio, leerán los subtítulos. Oír y ver tan rápido cansa, y ya no tratará de traducir. Deje la traducción para los que somos profesionales; mejor, sumérjase en el idioma que quiere aprender.
Escuche canciones en ese idioma, haga tarjetitas con palabras en ese idioma; sin traducción, aunque puede usar un dibujo. Sí se puede aprender un idioma dedicando 20 minutos al día, pero todos los días. (O)
