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El Telégrafo
Fernando López

Aporofobia: el rechazo a los pobres

07 de agosto de 2019 - 00:00

La aporofobia es un término construido por la filósofa y escritora española Adela Cortina y ha sido utilizado para el tratamiento peyorativo y discriminatorio a los inmigrantes y refugiados en Europa. La aporofobia es entendida como la fobia a los pobres y constituye una patología social que existe en todo el mundo.

Se suma a otras fobias, como la xenofobia, racismo, misoginia, homofobia, islamofobia y otras. En un artículo de Adela Cortina se coloca como “una necesidad humana acabar con las fobias sociales a través del respeto entre los humanos. Este respeto no solo es a la dignidad humana sino a las personas en concreto, que tienen dignidad y no un simple precio”.

En el sistema capitalista, que se basa en el intercambio a través de valor, se coloca un precio de cambio a casi todo lo que existe, en esta lógica los pobres ya no tienen que intercambiar ni siquiera por su trabajo. Entonces los pobres ya molestan incluso a sus propias familias.

En nuestras ciudades la tolerancia a los pobres cada vez es menor. Cortina asegura que todos los seres humanos somos aporófobos, esta situación atenta contra cualquier modelo de democracia. Esta fobia tiene sus raíces cerebrales y sociales que están promocionadas por el sistema en que vivimos.

La aporofobia, junto con el concepto de raza, seguramente constituye la base clave que atenta contra cualquier tipo de democracia en un sistema más justo e igualitario. Nos queda construir espacios de diálogo para resolver a través de políticas públicas concretas, en donde se constate que estos conflictos morales deben ser resueltos. El desafío está en pensar con cabeza propia formas de resolver estas situaciones complejas que se presentan en nuestras sociedades sistemáticamente desiguales.

Los políticos y los gobiernos también son desafiados a cambiar matrices, no pueden seguir con la utopía de modelos de democracia que no se encajan a nuestros tiempos y a nuestros espacios. Nos han hecho perder tiempo transitando por discursos vacíos como el de la revolución ciudadana o el buen vivir.

Un canal de discusión y de posibles argumentos de solución ante estas fobias será la formación y la investigación, en un sistema de educación que no sea una copia de experiencias de otras realidades culturales e históricas lejanas. Requerimos de una educación que busque la simpatía, la compasión y el respeto a la dignidad de los seres humanos, que de por sí tenemos un valor intrínseco y no un precio de intercambio. (O)

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