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El Telégrafo

Apología del crimen

26 de enero de 2012 - 00:00

Este sábado 28 de enero recordamos 100 años del brutal asesinato de uno de los mejores presidentes de la historia del Ecuador, Eloy Alfaro Delgado. La historia oficial atribuye tal vergüenza al pueblo de Quito, durante el interinazgo de Carlos Freile Zaldumbide. Sin embargo, el historiador Roberto Andrade, contemporáneo de Alfaro, acusa a Leonidas Plaza junto con los conservadores, ciertos diarios y algunos clérigos de azuzar a la multitud enloquecida para cometer ese atroz homicidio.

Según un relato de otro historiador, Alfredo Pareja Diezcanseco, en relación a este hecho, dijo: “Llegados al penal García Moreno, Alfaro, en compañía de sus hermanos Flavio y Medardo, Ulpiano Páez, Manuel Serrano, Luciano Coral, entre otros, bajo la custodia de un coronel de apellido Sierra, estaban fatigados por el viaje en tren desde Guayaquil.

De repente, como un estallido, gritos y carreras surcaron por los corredores. Tiros de fusil se ahogaron entre las paredes grises. Y así estaba, recogido, los nervios finos por saber, cuando su puerta se abrió de un golpe, él se incorporó de su descanso, tieso y veraz exclamó: ¡Silencio! ¿Qué quieren de mí? Un tiro en la cabeza le hizo caer suavemente, como un desvanecer de piel y huesos. Tenía 69 años y su muerte fue instantánea”.

En la versión de Andrade: “Un individuo de apellido Pesantes llamó al pueblo y abrió las puertas de la cárcel, entregó los cadáveres y ordenó que los arrastrasen y quemasen. El espectáculo fue espantoso. Los cadáveres desnudos fueron amarrados por la turba. Luego, los arrastraron prácticamente por toda la ciudad, desde el centro  hacia las afueras, a un descampado en el norte conocido en tiempos coloniales como El Ejido. Una vez ahí, se encendió una hoguera para quemar los restos mortales”. Empero, los diarios de la época apenas reportaron el hecho con pequeñas notas de prensa. No obstante, unos días antes de que se cometa esta barbarie, un editorial de diario El Comercio decía: “Y no ha de ser pues, esta nueva traición a la patria, la que dé prestigio ni en el pueblo ni en el ejército a un hombre execrable y aborrecible; será, por el contrario, un poderoso estímulo para acabar de una vez para siempre con todos estos elementos nocivos para la República”. Además, en los días previos, la oligarquía difundió rumores sobre la intención de Alfaro de tomar el poder para instaurar una tiranía.

Concluyo con unas palabras del “Viejo Luchador”, quien con respecto a la prensa expresaba: “Jamás se ha desbordado tanto la prensa de oposición, como en la época actual; la falsedad, la injuria, la calumnia, en sus más repugnantes e inmorales fases, han sido las armas preferidas por mis adversarios. Se ha conspirado abiertamente, sin respetos ni escrúpulos; se han urdido conjuraciones que, descubiertas a tiempo, se han desvanecido; se ha difamado a la nación misma, por combatir a mi gobierno; en fin, se ha dado rienda suelta a la perversidad e infamia”.

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