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El Telégrafo

Alta calidad

30 de abril de 2012 - 00:00

Así como en los países no hay pueblos malos sino gobernantes extraviados; no hay en las empresas empleados ineficaces sino gerentes incompetentes; no hay en las familias niños malcriados sino padres inexpertos o ausentes; asimismo, en las aulas no hay alumnos mediocres sino docentes improvisados o irresponsables.

Un buen maestro pedagogo siempre genera excelentes resultados en sus alumnos, pero, por desgracia, han sido dramática minoría.

El proceso de rescate de la educación básica se inició con la evaluación individual de docentes (a la que se opuso a muerte el MPD, como a todo control); continuó  con la evaluación institucional de las universidades con un saldo también lamentable de 14 centros cerrados porque sus miembros en muchos meses no pudieron o no quisieron cumplir con elementales mejoras.

Luego el Estado da cuenta de excelente noticia: la decisión de invertir los recursos financieros necesarios y suficientes para enviar a graduarse en las mejores universidades del planeta a un par de centenares de los más acreditados bachilleres, a que se profesionalicen en la más alta calidad con el único compromiso de que retornen a servir a nuestra sociedad, en el ámbito público o privado, por un tiempo similar al de sus estudios superiores.

Requisito: mérito académico examinado. Condición: ninguna (económica, social, cultural, étnica, etc.). Compromiso: retornar a su patria. Objetivo: Elevar la calidad profesional de la sociedad ecuatoriana.

Esos jóvenes llegan a obtener un privilegio excepcional por sus propios méritos en la aplicación tangible de lo que significa la “meritocracia”, y si no la totalidad (por circunstancias de fuerza mayor), la gran mayoría de ellos se convertirá en la nueva élite de las ciencias y tecnologías, la nueva imagen de la cultura superior, no por el apellido, el origen de clase, ni por el grosor de las chequeras de los papacitos, sino por el desarrollo de sus propias capacidades.

Pero, además, no retornarán con una visión unilateral ni dogmática, con una sola escuela filosófica, con una sola valoración de la cultura vivencial, ellos, hombres y mujeres, serán un verdadero compendio de diversidad, de pluralismo, de humanismo.

Los “contreras”, apabullados e ignorantes, ya se lamentan de que haya que esperar ¡ufff! tantos años hasta que retornen, pues no saben que los cambios cualitativos en la educación, para bien o para mal, afloran a los 8-10 años.

Los resultados y beneficios los cosecharán las generaciones inmediatas.

¡Nada que ver con la falsa acusación de “populismo”!

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