El movimiento político Alianza PAIS (AP) vive una profunda crisis interna con repercusiones muy grandes para el resto de habitantes: con los principales líderes el presidente Lenín Moreno y el expresidente Rafael Correa en posiciones diferentes sobre la economía, la corrupción, la libertad y sobre Jorge Glas; los asambleístas de AP ubicados en bloques diferentes; los líderes, asambleístas, dirigentes y militantes confrontados en la consulta popular, unos a favor del Sí y otros por el No; unos plantean más democracia, participación ciudadana y diálogos con todos los sectores del país y otros con más caudillismo y control de las diversas funciones del Estado; los unos a favor del espíritu de la Constitución de Montecristi y los otros en contra.
Para la filosofía china, las crisis no se las ven como negativas, sino como oportunidades para mejorar, para resolver problemas existentes, un cambio para adelante. Hay que superar el falso dilema entre conservar el pasado y el presente con todas sus deficiencias o cambiar todo, eliminando también lo positivo que se ha hecho.
Lo mejor de AP y del pueblo ecuatoriano es la Constitución de 2008, sus cambios fueron un retroceso; sus cambios deben ser para mejorarla, no al servicio de intereses particulares.
Muchos principios y derechos de la Constitución han sido letra muerta. El cambio cualitativo de los habitantes, sus ciudadanos, familias, profesores, estudiantes, médicos, abogados, militares y policías, no se ha dado. Tan solo más consumismo.
El caso Glas ha sido y es el punto de quiebre y manzana de la discordia de AP: los que creen en su inocencia, encabezados por Rafael Correa, y los que creen que es culpable de corrupción. Creo que mientras más demoren los recursos legales, más se desgasta AP.
Lao-Tse, Heráclito y Einstein creían que lo único permanente es el cambio. Si se intenta no cambiar lo obsoleto, continúa la crisis y se termina por morir; y continúa el cambio. (O)
