Cuando los pueblos de América gritan su alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina, resulta desconcertante que la patria del pueblo que lleva el nombre de Bolivia en homenaje al libertador de nuestro continente, exista un sector de ciudadanos que se prestan para la provocación gestando movimientos desestabilizadores para echar al traste el gobierno que dirige un auténtico líder indígena, Evo Morales.
Con argumentos deleznables, varios grupúsculos se levantan con protestas inverosímiles, como las de unos que se oponen a la construcción de una carretera dizque para defender a la “pacha mama”; un grupo de médicos que se niega a trabajar jornadas de 8 horas como el resto de ciudadanos (porque 4 de ellas las dedican a sus consultas privadas); y otro grupo de sindicalistas que sale a protestar demandando una subida irreal y astronómica de sus salarios.
Los dirigentes de estos grupúsculos deben ser herederos del célebre traidor y delator pseudocomunista Mario Monje, que pretendió arrebatar el liderazgo de la guerrilla boliviana al comandante Che Guevara y como no lo lograra, muchos aseguran que fue el miserable que denunció la ubicación del guerrillero heroico.
Estos grupúsculos no son naturales y espontáneos sino que son organizados y financiados por la oligarquía boliviana, apoyada desde el exterior por la derecha internacional que no se allana a la existencia de un régimen plurinacional con un presidente indígena auténtico, como Evo Morales.
Bolivia vivió un proceso de restauración de su identidad produciendo una nueva constitución que preserva los derechos a los pueblos marginados por siglos y aplicando una política soberana de defensa de su patrimonio natural y la recuperación de la propiedad de servicios básicos.
Bolivia se adhirió al grupo de países del ALBA y marcó distancia ante las pretendidas intromisiones del gobierno norteamericano en sus asuntos internos.
Los grupos que se dedican al sabotaje en Bolivia son minúsculos y no tendrían trascendencia a no ser que sea el ensayo latinoamericano de la primavera árabe, que dio pretexto para la intervención militarizada de la OTAN que destruye Libia y hoy a Siria.
Es indispensable que los pueblos americanos nucleados en UNASUR, particularmente los agrupados en el ALBA, que nos mantengamos alertas con relación a lo que está pasando en Bolivia, para no permitir que se repita en el suelo americano los mecanismos que se usan contra los masacrados pueblos árabes.
