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El Telégrafo
Fernando López

Acuerdo y Ecuador: las mismas letras

08 de mayo de 2019 - 00:00

En los dos últimos años, en nuestro país se hace un esfuerzo, a veces silencioso, por institucionalizar una línea de construcción de espacios democráticos, con reglas y procedimientos que regulen la vida política, las elecciones que se han convocado, el pluripartidismo, el respeto a la no injerencia autoritaria a las instituciones del Estado.

Sin embargo, sería un error pensar que todo esto es suficiente para explicar que el proceso político es pleno en democracia. En la nueva configuración del Estado y de sus instituciones también han emergido nuevas formas de participación social que todavía no se traducen en una participación política que redunde en el fortalecimiento de la democracia y su futuro.

Alexis de Tocqueville sugería que el Estado ideal era una democracia con perfecta igualdad y libertad dentro de un ambiente económico que beneficie el equilibrio de la producción y distribución de la riqueza. Esta ecuación es probablemente el desafío principal de los gobernantes, una de las estrategias para disponer de escenarios que favorezcan son los acuerdos políticos con gran apoyo institucional y popular.

El llamado Acuerdo Nacional convocado por el presidente Moreno en estos días, y que coloca en ese liderazgo al Vicepresidente para el cumplimiento de metas en los próximos diez años, es una excelente estrategia para convocar a la diversidad de actores nacionales en búsqueda de objetivos que son absolutamente relevantes para la vida de la democracia, del Estado y de la sociedad. Sabemos que la gobernabilidad de las políticas es necesaria porque nos facilita los procedimientos, sus contenidos y los resultados.

El Gobierno está consciente de que, con el lanzamiento del Acuerdo Nacional en la reactivación del diálogo y de los consensos, y con la participación diversa de la sociedad organizada, esto apunta a uno de los elementos sustantivos de la gobernabilidad, que es la legitimidad del poder. Como sabemos, la legitimidad no se obtiene porque uno quiere, sino porque un tercero la reconoce como válida, como legítima. Lo que nos falta en este proceso es que exista también un engranaje -gobernanza- para llevar adelante las políticas que tengan el consenso legítimo del Acuerdo.

Hay, por lo tanto, que fortalecer de forma evidente la gestión pública, para cumplir con los objetivos que se propongan y sean políticas de Estado durante los próximos diez años, con el liderazgo inicial y renovado del actual vicepresidente, Otto Sonnenholzner. (O)

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