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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Acción de Gracias, Black Friday y resistencia

28 de noviembre de 2014 - 00:00

Es un país complejo y contradictorio Estados Unidos. Ayer se celebró ese día hace cuatrocientos años en que un puñado de migrantes ilegales, viviendo en condiciones precarias, recibieron asistencia alimentaria gratuita por los locales.

La historia se mostrará irónica: los locales, en los millones en el siglo XVIII fueron reducidos a un puñado bajo el destino manifiesto y la conquista del Oeste; los inmigrantes se convirtieron en los locales y formaron bandadas armadas en el borde con México para impedir la entrada de nuevos migrantes, aquellos que “amenazaban con quitarles sus trabajos”, esos trabajos mal pagados y que nadie quería hacer y que sostienen el aparato productivo del país; y a comienzos de la semana, el Presidente de estos locales tuvo que rayar en el área gris de lo (in)constitucional para pasar un decreto que humanice, aunque sea momentáneamente, la política migratoria de un país que, su diversidad lo prueba, fue creado por los migrantes.

Y es complejo porque este Día de Acción de Gracias se consumen 46 millones de pavos, criados en granjas donde las condiciones en las que son criados y engordados no les permite caminar ni reproducirse como consecuencia del tamaño que llegan a tener. De estos 46 millones de pavos desproporcionalmente grandes, el 35% es desperdiciado, literalmente, botado a la basura. Son cerca de 204 millones de libras de carne. Pone en perspectiva eso de “en esta casa no se desperdicia comida, que no ven los niños en África que no tienen qué comer”.

Esta es solo la antesala de lo que hoy se denomina ‘Black Friday’, que viene a ser algo así como esa locura comunal, por suntuario e irracional, de la que habló Marx. Con un nombre algo perverso, el Viernes Negro saca el instinto más primario de los consumidores que, como hordas salvajes, se lanzan sobre los precios rebajados (nominal o real, ya nadie sabe) al punto que es más peligroso participar de esto que contraer ébola, si nos regimos al número de muertos dejado por cada uno. Abarrotar las tiendas necesita de mano de obra barata, no por su característica social, sino por lo que las tiendas están dispuestas a pagar a sus trabajadores, que tendrán que trabajar durante el Día de Acción de Gracias (¿se acuerdan de todos esos migrantes que quieren deportar? Pues ellos, entre otros). El sueño (corporativo) americano.     

Todo esto inexplicable, cuando en la misma semana una corte absolvió al policía que mató en Ferguson, Misuri, a Michael Brown por ser negro, por robar una tienda de abarrotes (disparándole cuando este último tenía los brazos en alto).

Y con todo, es un país donde su gente no deja de asombrar. Las protestas en Ferguson por la muerte de Brown, pero también de miles más, de los Trevor Martins y de las Terika Wilsons, llevan meses de resistencia bajo la consigna de ‘Manos arriba, no disparen’ (Hands up, don’t shoot), mientras son ‘vigilados’ por una policía altamente militarizada. Protestas que se han extendido a los centros comerciales a lo largo del país (esos del Black Friday) y donde se unirán a los que protestarán afuera de Wal-Mart por los salarios de miseria.

Un Viernes Negro que será un Viernes de Apagón (#BlackoutBlackFriday). Un recuerdo de que un país no es su gobierno. Una sociedad que nace también de la resistencia.

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