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El Telégrafo
Alicia Galárraga

A orillas del estero

15 de noviembre de 2020 - 00:00

Hola, me llamo Soledad, pero todos me dicen Sol. Tengo once años, mi piel es como el ébano y mis antepasados fueron esclavos. Nací en una invasión a la que la rodean los esteros, que son lodazales gigantes, tan gigantes, que se tragan los sueños.

Lo último que recuerdo es que yo jugaba sola, a dos cuadras de mi caleta, a orillas del estero. Unos hombres que viven en mi invasión y venden todo tipo de drogas, pasaron por donde yo jugaba. Uno de ellos se acercó a mí y por la fuerza, me llevó con él y el resto de hombres que lo acompañaban.

Me arrastraron hasta una de sus caletas y entre todos, que eran cinco, se turnaron para introducir en mis partes íntimas unas cosas duras que ellos tenían entre sus piernas. No recuerdo más, sentí demasiado dolor. Quiero despertarme pero por más que lo intento, no puedo. No sé dónde estoy, solo veo oscuridad y vacío a mi alrededor.

Mi mamá me buscó por la invasión durante dos días y como no me halló, me reportó como desaparecida en Fiscalía. Ninguno de los vecinos sabía nada de mí, nadie me había visto. Tal vez tienen miedo de hablar porque dicen que quienes me llevaron, son miembros de una banda de delincuentes muy peligrosa.

Hoy, hace diez días que desaparecí. Mis hermanos jugaban en las orillas del estero. De pronto, el lodo que va y viene indiferente, dejó en sus pies un costal. Mis hermanos lo abrieron y cuando vieron su contenido, gritaron despavoridos: era yo, asesinada y desmembrada. Los vecinos escucharon los gritos de mis hermanos y salieron alarmados de sus caletas.

Cuando mis hermanos les explicaron que me habían hallado, fueron al estero y comprobaron, horrorizados, el hallazgo. Lo primero que se preguntaron fue cómo decirle a mi mamá que ya me habían encontrado...muerta. Uno de ellos llamó a la policía que me llevó a un cuarto oscuro y frío donde había más gente como yo: inmóvil y pálida. Parecía que estaban dormidos. Pero luego entendí que estaban muertos; que todos ahí estábamos muertos.

-¡Mamá, no quiero estar aquí! ¡Me van a encerrar en un cubículo hasta que tú vengas por mí! ¡Por favor, no lo permitas, ven a rescatarme! ¡Mamá, tengo frío y miedo de la oscuridad!-grité y grité hasta que me cansé. No sé qué pasa: mamá no me responde.

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